Un cambio profundo se está produciendo

Un cambio profundo se está produciendo

La Humanidad está sufriendo un cambio profundo como unidad, lo hace a una velocidad vertiginosa, lo que produce confusión y desequilibrio. Los conflictos armados son cada vez más cruentos, pues hay una parte ínfima de individuos que anteponen su objetivo de poder y dinero a la vida humana. La pobreza se expande como una pandemia por todos los países del planeta, creando violencia e injusticias. La educación en muchos colegios y universidades está enfocada para obtener un título y ganar dinero, no para mejorar a la sociedad e intentar crear un mundo mejor cuya bandera sea el respeto, la libertad y la tolerancia, ni siquiera muchos estudiantes estudian para aprender, la competición es tremenda, en las empresas somos números y no personas. Los valores humanos se están perdiendo, somos lo que tenemos y no lo que sentimos, lo que provoca más violencia y desequilibrio.

La Humanidad está cambiando junto con sus valores —honestidad, dignidad, respeto— que no deberían cambiar, ya que estos valores son la base para una convivencia serena y fructífera. Nuestra forma de vivir ha cambiado, pero, desgraciadamente, no para mejor; el odio, la rabia, la venganza, los celos son frutos de esos cambios que sufrimos debido a la división entre los seres humanos. Los progresos tecnológicos son importantes si sirven para ayudar a la Humanidad, pero más relevantes son aún los derechos humanos de la Humanidad. Las relaciones humanas han cambiado, ahora se hacen a través de un chat de ordenador, escudándonos detrás de una pantalla y, muchas veces, creando un personaje ficticio que es el opuesto a la realidad. El mundo virtual nos bombardea y manipula, nos impone sus reglas, nos dice cómo tenemos que vivir, qué comer, cómo vestir, qué creer y si no seguimos los cánones previstos, no estamos dentro de la norma —la diferencia sigue molestando, somos marionetas articuladas movidas por los más fuertes tanto del poder político, social, financiero y religioso—.

El gran cambio de la Humanidad está en marcha entre luces y sombras.  Esperemos y luchemos para que las luces iluminen, poco a poco, todo el planeta. Como decía Pitágoras, “hay que prosperar en justicia y sabiduría”.

(Foto “la Naturaleza sagrada del Ser Humano”)

 

 

La paz como bálsamo que sana

La paz como bálsamo que sana

La Paz genera bienestar y futuro a la gran mayoría de los ciudadanos, pero según parece, la paz genera muy poco dinero a unos cuantos. Algunos de los que tienen el poder de dirigir los países tienen la enfermedad de la avaricia y codicia, solo piensan en acumular más y más poder y nunca están satisfechos. La gran mayoría de las personas desean la paz, pero muchas voces están silenciadas, por eso la voz de la paz grita una vez más que para una convivencia pacífica se necesita paz y no armas para quitar vidas.

La paz y la guerra son dos mundos diferentes, opuestos en violentos contrastes. Las guerras son creaciones diabólicas de seres que solo se alimentan de odio, codicia y venganza. La paz es una actitud individual ante la vida y como creía Pitágoras y otros muchos sabios, “con la paz se puede llegar a crear una ciudad ideal y justa, siempre que sus dirigentes antepongan el bienestar de los ciudadanos a los suyos propios”.  La paz se siente en la profundidad de nuestra carne y tenemos que formar parte de ella si queremos vivir en medio de la abundancia, serenidad, bienestar y libertad.

La lucha entre esos dos mundos de contrastes violetos debe acabar. Este trágico conflicto no puede tener como solución más armas, más guerras, más muertes, más éxodos, más crueldad…; para solucionar este conflicto, los gobernantes, políticos, financieros, religiosos deben implicarse seriamente en un compromiso real y sincero, anteponiendo la vida y el respeto de cualquier ser humano al poder o al dinero.

La crisis humanitaria que en estos momentos padece el mundo es atroz debido —entre otros muchos conflictos—, al gran éxodo de cientos de miles de seres humanos que se encuentran en un estado de desesperación profundo porque sienten que su vida no vale nada, no tienen presente ni futuro, y, su pasado es un infierno del que han preferido huir y morir antes de seguir viviendo entre aves carroñeras. No podemos olvidar a todas esas personas que han dejado sus vidas luchando por encontrar un mundo mejor y debemos rendirles homenaje por su fortaleza y determinación; a las personas que han logrado llegar a un destino, tenemos la responsabilidad y obligación de ayudarlas y no podemos abandonarlas encerrándolas en campos de refugiados donde la miseria, la violación y el hambre son los reyes absolutos. Ya han sufrido bastante las consecuencias de las decisiones de los que han generado las guerras. Todos los refugiados tienen el derecho a ser respetados y a tener una vida digna.

Sin justicia social no se puede crear una sociedad justa ni próspera, es necesario que todos los seres humanos tengamos las necesidades primarias cubiertas —trabajo, casa, sanidad, educación, seguridad, libertad—, para que podamos vivir, aprender y seguir evolucionando, y, los responsables para conseguir dicha justicia social son los dirigentes que tienen la obligación y responsabilidad de cuidar y proteger a todos los ciudadanos y no solo hacer justicia social en favor de unos cuantos.

La voz de la paz se oye en todos los rincones del planeta, porque es llevada por el aire que todo atraviesa, y, dice ¡BASTA!, a tanta violencia y crueldad. Es el momento de que el bálsamo de la paz cure las heridas del alma de todos los seres humanos para vivir con dignidad, respeto, justicia y libertad en cualquier rincón del planeta, porque todos somos ciudadanos de la Madre Tierra.

(Foto “Naturaleza Sagrada del Ser Humano”)