El tiempo marca el compás de su baile en la vida
El tiempo es ese paréntesis entre dos instantes. Nuestro baile empieza con un primer paso en el finito momento de nuestra llegada y acaba en un último paso al volver al infinito universo.
En nuestra existencia el tiempo marca nuestros ciclos, desde que nacemos hasta que morimos seguimos esa línea recta marcada por la melodía del tic-tac en segundos, minutos, horas, días… Todo en la vida terrestre tiene un comienzo y un final, ya sea vida humana, animal y vegetal; esos ciclos naturales son necesario para renacer y seguir avanzando por la infinita línea del tiempo. Nuestra vida discurre entre dos instantes —acción y consecuencia—, y vamos aprendiendo de nuestras vivencias para no cometer los mismos errores, así se aligera nuestra vida y la melodía del tiempo se vuelve alegre y viva.
En la historia de la humanidad, el tiempo ha sido testigo de innumerables civilizaciones que han dejado su huella en piedra. El tiempo en sus infinitas vueltas trae memorias que llaman a la puerta a aquellos que las poseen para que desentierren historias apagadas con el fin de devolverles la vida. Esa historia de la vida nos habla de un tiempo pretérito que no siempre fue bueno; el causante de la caída, en gran parte, ha sido el ser humano al imponer el abuso de poder como arma de destrucción. Sin embargo, también, la historia nos habla de seres maravillosos cuyas vidas fueron entregadas para que la paz, respeto mutuo y el bienestar social fueran los fundamentos de la humanidad.
La vida sigue bailando su infinita danza, pero seguimos sin aprender de nuestro pasado. En la actualidad, seguimos viviendo entre piedras caídas y el llanto desesperado de seres humanos porque aún hay señores de la guerra que anteponen su codicia a la vida. La vida es superior a cualquier arte. Cómo decía Gandhi: “¿Qué es el arte sin el fundamento de una vida noble?”. Ahí queda la pregunta, cada uno tenemos una respuesta.
En un futuro no muy lejano, si no cambiamos el abuso de poder por ayuda a la humanidad, la justicia, la libertad, la dignidad serán invisibles y nuestras ciudades también quedarán enterradas bajo escombros de polvo y gritos; una vez más el tiempo, en su infinito movimiento de ida y vuelta, volverá a traer memorias que llamarán a la puerta de algunas personas para que vayan a desenterrar nuestros sueños de esperanza.
Hay que salir de esa vorágine de los ciclos de violencia para comprender que la vida es salud, bienestar, paz y libertad. Como bien decía Pico de la Mirandola “la defensa de la filosofía como disciplina es capaz de llevarnos a la concordia… usando palabras llenas y no vacías, pues, sin las palabras adecuadas, las ideas se marchitan”.
La vida no necesita de ornamentos pomposos, sino de conocimiento que alimenten las buenas ideas para hacer visible la injusticia, la pobreza, la miseria y poder terminar con ellas para que todos los seres humanos tengamos derecho a la vida.
El tiempo es ese paréntesis entre dos instantes y mientras estemos vivos, bailaremos al compás del tiempo, nadie se va a escapar de su momento de vuelta al universo. Todo lo que nace en el planeta se queda en él —no olvidemos que estamos hechos de sus mismos elementos y por ello volvemos al origen, la tierra—, excepto la conciencia/alma que vuelve a su fuente, la conciencia global del universo, para renacer en su momento con nuevas ideas creadoras.
Bailemos el baile del tic tac con alegría y sabiduría, nada nos pertenece, todo es prestado por un tiempo. No nos preocupemos por conquistar tierras, preocupémonos de conquistar la vida con paz y respeto.
(Dibujo Lorena Ursell. “La Naturaleza Sagrada del Ser Humano”)