Experiencias, momentos e incluso vidas enteras de ascetismo o desenfreno, de riqueza o pobreza, no nos llenan y sentimos como nuestra vida se aletarga creando un vacío profundo y frío, el vacío del alma.

Vidas que como una noria va subiendo y bajando, a veces al cielo y otras a ras de suelo. Vidas de fachadas materiales, vacías y deterioradas, que se desmoronan al mismo tiempo que nuestra coraza.

Vivimos mirando al frente a través de nuestros ojos físicos, sin saber lo que hacemos ni por qué lo hacemos, nos hemos convertido en robots durmientes.

Sentimos un vacío que no sabemos identificar, vacío que proviene de la voz de nuestra alma que nos susurra que debemos despertar.

Cuando la vida nos pone delante de otro cruce de caminos, nos sentimos héroes delante de un nuevo destino. Pensamos que nuestro pasado es historia y que ahora somos capaces de luchar por lo que deseamos, aunque nos olvidamos que sin objetivo, fuerza y coraje volveremos al mismo punto de partida de antes.

Sintiendo de nuevo ese vacío profundo y frío que nos recuerda que es hora de mirar al frente con valor y tenacidad para recordar que hay que despertar.

Despertar diciendo sí a la Vida que nos lleva por senderos de experiencias para que aprendamos a dar la mano a otros seres humanos y de esa forma ayudarnos.

Despertar a la Vida es despertar en el Alma.