La Humanidad está sufriendo un cambio profundo a una velocidad vertiginosa, confusión, destrucción, conflictos cada vez más cruentos. Las relaciones humanas y las comunicaciones entre los seres humanos se hacen más y más frecuentes a través de un ordenador que, cara a cara, relegamos el sentimiento de sentir, de ver chispitas en una mirada a una pantalla sin alma; nos bombardean y manipulan con noticias reales y ficticias; el sufrimiento humano se banaliza; la Naturaleza y el cambio climático sufren cambios drásticos también con graves consecuencias para millones de personas, etc. Cambiamos nuestras costumbres, imitando a otros y de esta forma vamos perdiendo nuestra idiosincrasia tan singular.
Nos imponen reglas, normas, nos dicen cómo tenemos que vivir, qué comer, qué creer, si no seguimos los cánones de la moda no estamos dentro de “la movida” ni estamos bien vistos, la diferencia sigue molestando… somos marionetas articuladas movidas por el más fuerte y nos llevan hacia donde quieren, bajo el son del poder político, social, financiero, religioso…
Los seres humanos somos los únicos responsables del caos en el planeta, de las guerras, de las matanzas, de los odios… de las segregaciones, de las divisiones para ganar… y la solución a dicho caos la tenemos únicamente nosotros, los causantes de dichos sufrimientos.
Muchas voces ahogadas en su grito de horror se preguntan en silencio ¿Por qué no tengo derecho a vivir? ¿Qué hemos hecho mis hijos, mi familia para morir de hambre o por balas que nos arrebatan la vida sin saber por qué?
Al día de hoy, esas personas siguen siendo marionetas en un escenario atroz y cruel. Viven en un caos de vida sin vivir y de muerte, y los responsables de esas barbaries siguen jugando con sus discursos vacíos, llegando a compromisos ficticios, sin soluciones; todos buscan y quieren sus propios beneficios, sin importarles las atrocidades que están infligiendo.
Es fácil crear guerras y posturas hostiles cuando sus familias y sus amigos están a salvo en sus casas, en sus torres de marfil. Nuestras voces se alzan y exigen a los creadores de estas atrocidades que paren su barbarie inmediatamente. Estas personas que viven muriendo tienen derechos a vivir una vida plena con dignidad, respeto y serenidad para que puedan ir sanando las heridas de sus almas cansadas, cuyas cicatrices jamás cicatrizarán. Las cicatrices de estas masacres serán muy dolorosas para el conjunto de la Humanidad. Estos crímenes de guerra deben ser castigados, la justicia debe ser igual para todos.
Es el momento de reclamar nuestras libertades, nuestros derechos y nuestros valores, de exigir el derecho a vivir nuestras vidas. Tal vez no podamos ayudar físicamente, pero sí podemos alzar nuestras voces para clamar justicia, educación, sanidad, libertad, respeto y dignidad para esas personas cuyas voces se ahogan en gritos de desesperación, voces apagadas que no tienen nada con que luchar porque su único compañero es la muerte.
Una defensa eficaz comienza con la Verdad y la defensa de los derechos humanos: Justicia, Libertad, Respeto, Dignidad y Paz. La condición del alma humana hace que seamos hermanos y ciudadanos del mundo.
Nuestros deseos de hoy serán nuestras realidades de mañana.
Martin Luther King, dijo: “Hemos aprendido a volar como los pájaros, a nadar como los peces, pero no hemos aprendido el sencillo arte de vivir como hermanos, por eso no me duele los actos de la gente mala, me duele la indiferencia de la gente buena”.