Hay que temer a la injusticia, da igual la máscara o la etiqueta que lleve; la injusticia es el alimento de las ratas que terminan infectándolo todo a una velocidad vertiginosa.
La injusticia nos lleva por senderos cuyas cunetas están repletas de los valores humanos pisoteados, de escenarios sangrientos y crueles, de tiranía y de esclavitud. Senderos tristes y áridos porque han perdido su fuerza vital, la libertad. Desde el comienzo de la historia de la humanidad y hasta este preciso momento hemos visto muy frecuentemente estos mismos paisajes desoladores y devastados que nos arrancan gritos de desesperación y que todos conocemos. La injusticia toca todos los ámbitos en el ser humano y en la sociedad, atropellos, abusos, favoritismos, corrupción, esclavitud, violencia, compraventa de seres humanos, falta de libertad, muerte y un larguísimo, etc. En la injusticia todo es negativo tanto para la humanidad como para el mundo.
En nuestro minúsculo planeta hay tanta injusticia que incluso en la naturaleza se nota el desequilibrio. En muchas zonas del mundo están a la merced de un poder de despotismo, de opresión, de falta de humanidad y de libertad. No se puede seguir construyendo muros bajo las fuerzas del miedo, no se puede invadir un país matando a sus ciudadanos para que algunos señores vivan en un espejismo de poder, erigiéndose todopoderosos. Deben recordar que estas estatuas frías y sin almas son de barro y cuando caen se romperán en mil pedazos.
La injusticia carece de sinceridad, de honestidad y de honor, solo sirve para crear conflictos, dividir e ir debilitando al ser humano y a la sociedad, rompiendo pactos y compromisos; y las personas que la llevan por bandera, encadenan a otros seres humanos en galeras, negándoles el derecho de la libertad y de la vida, solo por el placer de avasallar, dominar, oprimir o matar.
La liberación de la esclavitud y de la injusticia debe hacerse con sabiduría y pacíficamente, con personas capacitadas y personas que antepongan el bienestar de la humanidad al suyo propio. Este proceso de paz debe tener un objetivo común: la dignidad humana, con compromisos firmes y verdaderos, cumpliéndolos a rajatabla, para que todos los seres humanos podamos caminar juntos, creando puentes para saborear las diferentes culturas, aprender de todos y vivir con tolerancia, donde el respeto, la libertad y la paz sean la bandera tricolor de la Humanidad.
Ha habido y hay en nuestra Historia grandes Hombres y grandes Monstruos y se ha demostrado que solo cuando los líderes tienen desarrolladas las cualidades humanas de humildad y de respeto, cuando cuidan y protegen el bienestar del pueblo y de la naturaleza, es cuando hay progreso, justicia y paz.
Marco Aurelio dijo: “Vivimos por un instante, solo para caer en el completo olvido y el vacío infinito de tiempo de esta parte de nuestra existencia”. “Piensa en lo que han hecho, tras pasar una vida de implacable enemistad, sospecha, odio… ahora están muertos y reducidos a cenizas”. “La vida del hombre es una simple duración, un punto en el tiempo, su contenido, una corriente de distancia, la composición del cuerpo propensa a la descomposición, el alma, un vórtice, la fortuna incalculable y la fama incierta. Las cosas del cuerpo son como un río y las cosas del alma como un sueño de vapor, la vida es una guerra y la fama después de la muerte, solo olvido”. “Todo lo existente se desintegra y todo lo creado por la naturaleza está destinado a morir”. (Wikipedia)
Hay que armonizar la arquitectura mental de algunas personas para que empiecen a pensar y a actuar como líderes sabios, tanto a nivel político, financiero, religioso o social, anteponiendo la paz y la libertad a la violencia y a la esclavitud. Marco Aurelio nos dejó otro pensamiento: “Si el mundo apareciera ante nuestra mirada opaca y sin alegría, es nuestro deber iluminarlo y darle vida, pues la luz que refleja el mundo es siempre el más peligroso de los espejismos. La Luz siempre proviene del alma”.
Para que la justicia triunfe hay que aprender a leer en el libro de la vida, con sabiduría, lucidez, humildad y respeto, sin fantasías ni espejismos. La Justicia es el alma invicta donde yace el honor, la lealtad y los valores humanos que nos permite ser dueños de nuestras vidas. La Justicia trae paz y es la llama risueña de una lámpara que desafía con su luz a las tinieblas, mejorando la vida de millones de personas y dejando a un lado las impertinencias y las opiniones sin sentido. Leyendo el libro de la vida, aprendemos la comprensión básica de la realidad, el papel del ser humano, de la naturaleza y del cosmos, aprendemos los valores morales y espirituales, aceptando la pluralidad y las diferencias, aprendemos a ser los artesanos de la justicia, fortaleciéndonos ante las tragedias cotidianas y protegiéndonos de los tifones que solo traen discordias y conflictos, la humanidad está desorientada, necesita alimentos de serenidad, de coherencia, de respeto y de dignidad.
Estamos en el punto de no retorno y de ahora en adelante la Humanidad debe unir todos sus eslabones perdidos de esa gran cadena de oro que une el cielo y la tierra con esperanza, fuerza, coherencia y estabilidad.
(Dibujo: Lorena Ursell. “La Naturaleza sagrada del ser humano”).