Tac, tac, tac, el eco de mis zapatos de plataforma plateados, que me han dado una nueva identidad clandestina sin opción, resuenan en la calle mojada y sombría en esas horas donde el silencio de la humillación es mi compañía.
Tac, tac, tac, coches que se paran y hombres que preguntan el precio de un efímero… placer.
Tac, tac, tac, subo y antes de cerrar la puerta, el coche arranca dirigiéndose a un lugar solitario. No sé, si es un hombre o un espectro, da igual, qué puedo hacer; sus groseras manos hurgan en mi monte de Venus. Hoy, como ayer y desde hace varios años, la melancolía me viste de tristeza porque mi alma se perdió cuando un ruido ensordecedor cayó sobre mi casa y todo desapareció, y desde entonces, mi cuerpo se vendió al mejor postor y ha sido esclavo de la violación. Recuerdo que habías salido a pintar un grafito reclamando libertad.
Mis últimos recuerdos quedaron grabados en el beso tierno de amor cuando éramos olas y playa. Mi espíritu vuela una y otra vez hacia ese lugar cuyos rayos bermejos teñían el horizonte y alguna que otra estrella tímida salía para hacernos compañía.
… Un pequeño jadeo me devuelve a este presente negro en el que unas manos sucias me entregan un billete marchito.
Ni siquiera me devuelve a mi calle. Me bajo, el coche arranca y me deja en la soledad de la noche.
La lluvia limpia mi cuerpo y mis pies descalzos chapotean en los charcos, el eco ha desaparecido. Las estrellas lloran y abro los brazos para sentir la brisa y las lágrimas de tantas penas. He despertado de esa agonía y esa ha sido mi última violación porque ahora sé que soy una mujer que siente que la vida crea ocasiones de renacer; esta noche las lágrimas han recuperado mi alma.
Siento a mi sombra que vuelve como compañera y a mi alma que me arropa con un vestido nuevo, dándome valor y confianza; vuelven tus palabras olvidadas: “cada hombre y cada mujer son grafitos vivientes de libertad y dignidad, esto nadie lo puede parar, por muchas bombas o destrucción, la vida volverá a nacer para luchar por la libertad”.