Muchas conciencias viven en un letargo que paraliza sus sentidos deformados por una ilusión inexistente, creyendo que su irreal mundo es inalcanzable para los simples mortales y que a ellos nada les puede tocar porque se encuentran escondidos en su torre de cristal. Organizan, ordenan y mandan sobre la vida de otras personas, gritan sus deseos que deben ser ejecutados al instante, no importa el medio a utilizar, siempre y cuando sus órdenes sean cumplidas. El resto de los humanos son muñecos de cerámica que cuando los tiran al suelo se rompen en mil pedazos. Esos muñecos de cerámicas tienen alma y conciencia, se sienten cansados de tantos abusos e injusticias, se sienten asqueados y hartos de sufrir la ignorancia y el desprecio que sobre ellos vierten algunos de los amos y señores.
Esas conciencias dormidas viven de espaldas al mundo, sin querer oír el clamor de las voces que piden libertad y justicia, ya que no son capaces de sentir el sufrimiento que desgarra el aire.
La opresión es cruel e inhumana, encadena a millones de seres humanos debido al terror, a la angustia y al sufrimiento que padecen. Estos seres de cerámica que tienen alma se han recompuesto y ahora se sienten fuertes para hacer frente a su miedo, su fuerza es más enérgica que nunca porque ahora tienen un objetivo en su vida, la libertad y el respeto.
Las conciencias que hibernan no se han percatado, que la primavera ha eclosionado en mil colores, que los pájaros y los nobles corazones cantan sin cesar el canto de la libertad, porque la paz y el amor son los estandartes de los impulsos nobles de millones de corazones que laten como uno solo, al ritmo del tambor, pom-pom-pom, en una danza de alegría para romper las ataduras de la opresión.
Ha sonado el gong porque ya no hay miedo, el coraje lo ha vencido al mirarlo de frente y el temor se va disipando como la niebla, las huestes sometidas de la Humanidad empiezan su grandiosa marcha hacia la libertad, cantando su himno de libertad, todos lo oímos porque su canto se cuela a través de la piel. Los nobles impulsos del ser humano, el amor y el bien, caminan sin parar en esta marcha que no dejará ya de avanzar.
«La primavera, no puede ser igual para todos, la etapa de crecimiento de todos, o no».