“Las cosas no valen por el tiempo que duran, sino por las huellas que dejan”, (proverbio árabe).
En este mundo global donde todo gira alrededor del dinero, del poder, de la ambición, de la posesión, donde el progreso científico e industrial nos ofrece recursos materiales y una vida más larga, donde la riqueza y la pobreza están marcadas por índices sobrecogedores con grandes diferencias, donde las distancias no existen y la comunicación es instantánea…, nos hemos olvidado, una vez más, de lo más importante, el factor humano.
Vivimos años de pasividad por parte de políticos, dirigentes, líderes que no cumplen los compromisos adquiridos para el bienestar de los ciudadanos, dejando a millones de personas abandonadas a su suerte. Sus palabras vacías se evaporan en el éter de nuestra atmósfera; sin hechos no hay resultados. Frente a esa desidia nace un Tsunami de ideas justas, de compromisos, de luchas por la paz y la igualdad, por el respeto entre todos los miembros de la Humanidad.
Nos gusta oír y decir que hay que cambiar el mundo, nos gustan las palabras bonitas que nos hacen sentir bien por un instante, pero no hacemos nada al respecto porque eso implica responsabilidad y esfuerzo, y esto, aún, no estamos dispuestos a hacerlo. Estamos inmersos en nuestros problemas cotidianos tratando de salir de esas arenas movedizas de necesidades innecesarias; de esos campos estériles sembrados de avaricia por la posesión de bienes materiales; de huracanes de competición que nos dividen…; estamos en tantos frentes que nos hemos olvidado de los valores que nos definen como seres humanos, valoramos a las personas por lo que tienen no por lo que son.
Sabemos que para que una persona pueda vivir sosegadamente necesita tener sus necesidades básicas cubiertas: hogar, seguridad, educación, sanidad y trabajo; esta es la base para que cualquier ser humano pueda florecer en una sociedad. Los dirigentes de los países son los que deben procurar esa base firme y sólida a todos los ciudadanos. Es inaceptable seguir destruyéndonos y seguir persiguiendo sueños de papel mojado. Todos nosotros tenemos que tomar consciencia y ser responsables de que no habrá futuro para nadie si seguimos ignorando y causando tanto daño a la Humanidad y al Planeta.
Nuestro legado a la Humanidad empieza por nosotros mismos como entes individuales y se extiende a la familia, colegio, universidad, trabajo, sociedad… La educación es la base para aprender, comprender y poder elegir lo que deseamos hacer; la educación empieza en casa y es responsabilidad de los padres o tutores, fomentando los valores humanos que son los que hacen florecer a nuestros hijos, creando ambientes y ciudades de progreso y paz.
Donde hay paz y progreso, hay vida, las personas se unen para compartir un momento de dicha; donde hay violencia, hay muerte y desesperación, las personas se unen para llorar sus pérdidas y heridas profundas del alma difíciles de sanar. Es el momento de reflexionar y decidir qué podemos hacer para comprometernos con nosotros y con los demás, todos necesitamos de todos; el boomerang de la vida nos devuelve todas nuestras confrontaciones y decisiones cuyas repercusiones no estén tapizadas de pétalos de flores.
Al igual que la flecha que una vez disparada va hacia su objetivo, no podemos dar marcha atrás en la vida. Los jóvenes —el futuro de nuestra Humanidad— forman parte del Tsunami de las conciencias despiertas porque tienen consciencia de la situación del Planeta. Saben que su porvenir será más fácil y fructífero si hay paz, respeto y libertad. Este Tsunami trae una nueva era de prioridades, la no violencia y la evolución como seres humanos. No son los países, ni las culturas, ni las religiones los que causan tanto sufrimiento y destrozo, los causantes somos los seres humanos. Los jóvenes se preparan para sembrar esos campos áridos de corazones secos con simientes de respeto, justicia y dignidad.
En el horizonte se ve cómo se acerca el Tsunami de nuevas ideas y conciencias que sacudirá al planeta para despertarnos del letargo donde nos encontramos. Este Tsunami de amor y paz está tejido por lazos de amistad y respeto que al igual que las olas en el mar se levantan en una danza sin igual de risas y alegrías, el Tsunami traerá cantos y abrazos por la fraternidad de la Humanidad, siendo la no violencia y la justicia las nuevas Leyes de la Vida.
Siendo valientes y sinceros daremos el primer paso para crear un cambio en el mundo. De nuestros fragmentos del pasado construimos nuestro presente y futuro renaciendo de nuestras cenizas.