Como en un eclipse solar, la oscuridad se coloca, temporalmente, frente a la luz.

Vivimos una época donde mujeres y hombres ávidos de poder y egoísmo, crean sistemas de valores dominadores y estrechos, beneficiosos para unos cuantos en detrimento de muchos; entierran los valores del ser humano para crear escenarios de hambre, injusticia y muerte.

Vivimos bajo la sombra de un eclipse de violencia, cuyas manos nos paralizan e incluso ahogan. Pero los rayos de esperanza brillan con fuerza e infunden valor a muchos seres humanos justos y honestos que luchan por una sociedad mejor y por un planeta vivo y sano.  Una sociedad justa no puede existir sin líderes —mujeres y hombres— justos y honestos que miren por el bienestar de los ciudadanos. No podemos ser íntegros y honrados y originar guerras tolerando el sufrimiento de miles de seres humanos y llevando a la muerte a personas que su único delito es vivir. No podemos volvernos ciegos ni sordos ante la miseria y el sufrimiento que ocasiona la sombra que flota sobre el planeta, creando un mundo de tinieblas y caos. Hay países que se creen poderosos porque sus líderes amenazan con sus armas cada vez más poderosas y sofisticadas, infundiendo miedo y terror para ser respetados, técnicas usadas por tiranos y dictadores.

La falta de trabajo, de educación, de alimentos, de viviendas genera grandes divisiones y problemas de convivencia a lo largo del planeta, la división genera conflicto y desorden y esto provoca guerras llevando a la muerte a miles de personas. Vivir en el desorden es vivir en nuestras contradicciones internas que nos tiranizan cotidianamente. Vivimos en un mundo enloquecido y si no buscamos soluciones pacíficas urgentes vamos a terminar aniquilándonos los unos a los otros. No se puede jugar a ser dioses destructores, ya que las consecuencias son terribles para la humanidad entera, incluidos ellos mismos. Hay que liberar la violencia que llevamos dentro para poder comprender que lo único que necesitamos para vivir es paz.

Los seres humanos no somos simples entidades biológicas, somos personas con derechos y obligaciones a las que hay que respetar, da igual en qué país nacemos o vivimos, en qué creemos y de qué color es nuestra piel. Es hora de buscar un consenso entre todos los habitantes de la tierra a través de sus representantes.

Despierta y renace un recuerdo antiguo para restablecer la sabiduría ancestral, un recuerdo donde la paz era buscada por todos, gobernantes y ciudadanos, pues sabían que era la única opción para progresar y vivir. La humanidad entera lleva cicatrices de tantas huellas de dolor y penas.

El grito de la desesperanza une a los seres humanos en un grito de esperanza haciendo brillar con su fuerza rayos de luz que desvanecen a las sombras.

(foto privada)