¿Es posible la paz sin justicia? ¿Es posible el progreso en la guerra? ¿Es posible vivir estando muertos? La respuesta a estas preguntas es ¡No!

Las calles de todas las ciudades del mundo están pavimentadas con historias vivientes de alegrías y penas, así es la vida; sin embargo, existen países cuyas calles son cunetas llenas de almas en pena recubiertas del polvo del olvido porque a algún individuo se le ocurrió la idea de destruir la vida de seres humanos inocentes.  Así pues, no puede haber paz en la injusticia, ambas van de la mano y son inseparables como el aire y la materia. No puede haber progreso en el barro de la miseria y desesperanza; no puede haber vida cuando se está muerto.

El denominador común para lograr el bienestar social es la paz —si hay paz, hay vida, hay sueños, hay esperanza, hay progreso—. Es obligación de todos luchar por esa nueva conciencia social. El bienestar se basa en que el ser humano esté bien, para ello debe desarrollar sus propios valores de respeto y dignidad y tener sus necesidades básicas cubiertas —vivienda, sanidad, trabajo, educación, cultura—.

Los conflictos creados por el ser humano a lo largo de la historia de la humanidad son aterradores: guerras, hambrunas, miserias y sus angustiosas consecuencias. La solución a la guerra no es las armas, la solución es que los dirigentes sean personas con valores humanos, que se respeten a sí mismos y respeten a los ciudadanos; no se puede gobernar para uno mismo ni para los privilegiados, se debe gobernar para todos los ciudadanos, sin excepción. Todos tenemos el derecho de estar en la balanza del bienestar.

Las acciones siempre tienen consecuencias. La crisis humanitaria en el mundo entero es atroz. Millones de seres humanos viven en un estado de desesperación tan profundo que para salir de él es necesario que emerja inmediatamente una nueva conciencia social. Conciencia que nos alimente el alma con respeto, justicia y libertad, conciencia que busque la luz de la paz.  Todo esto parece una utopía de palabras bonitas, sin embargo, no lo es, se puede realizar si tomamos consciencia de que la vida es un don sagrado, al que todos tenemos derecho y absolutamente nadie debería quitarlo.

Sin justicia, sin libertad, sin respeto, sin dignidad, sin paz, no hay vida, solo sufrimiento y dolor. La base de la conciencia social es respetar a todos los seres humanos y a la naturaleza. Como he dicho anteriormente, es vital tener cubiertas las necesidades básicas y respetar que somos diferentes. Cuando seamos responsables de nuestra vida y los gobernantes, sean personas humanas, dignas y respetuosas, germinará esa nueva conciencia social y traerá paz y justicia que tanta falta hace en nuestra historia del siglo XXI.

Para caminar los dos pies deben avanzar en la misma dirección.

 

(La Naturaleza Sagrada del Ser Humano)