El primer paso a dar en la danza de la libertad es desear, aprender y comprender lo que significa libertad.
La libertad es el don de la vida que nos permite ser y existir en nuestra diferencia y complejidad, en nuestra creencia y cultura, respetando a todo aquel que no coincida con nosotros; aceptando la diferencia, no tenemos que sentir miedo de ella, podemos ser incomprendidos, ignorados e, incluso, injuriados, pero no seremos veletas al son de la música de otros. No aceptar la diferencia significa debilidad, pues concedemos más importancia a los demás que a nosotros mismos.
Expresando nuestro deseo de liberación estamos en posición para empezar a dar nuestros primeros pasos al ritmo de libertad. Ese deseo nos acerca a los valores primarios del ser humano, respeto y dignidad, y nos procura valentía y fuerza para enfrentarnos a nuestros miedos, temores y dudas que crecen en la incertidumbre del día a día. Para acercarnos a la libertad es necesario que la incertidumbre ceda su lugar a la certidumbre que trae alegría y paz, haciéndonos responsables de nuestro comportamiento y de nuestros pensamientos.
Antes de dar los primeros pasos debemos conocer la coreografía de nuestro espectáculo y saber qué ritmos deseamos bailar. Esas ideas, esas decisiones, deben ser claras y concisas para llevarnos a tomar decisiones correctas, pues, si no tenemos claro lo que queremos, tomaremos decisiones equivocadas; y en lugar de que nuestros pies floten al ritmo de la danza de la libertad estarán tropezando sin piedad.
Cuando intentamos bailar siendo autómatas lo hacemos llevando la máscara para ocultar nuestro dolor y sufrimiento. A todos nos han herido y hemos herido, todos tenemos la capacidad de odiar y amar y depende de cada uno de nosotros la elección sobre qué emoción queremos sentir y compartir, no olvidemos que debajo de la máscara se encuentra nuestro verdadero yo. Aunque hayamos sido victimizados, no somos víctimas, pues sabemos que la autocompasión solo lleva a la autodestrucción, y sabiendo la respuesta dejamos de estar en la reacción para estar en la acción positiva, pues nuestro comportamiento ha cambiado así como nuestros pensamientos.
Todos tenemos profundas cicatrices en nuestro cuerpo y en nuestra alma, pero esas experiencias no nos han destruido, al contrario, hemos aprendido que la vida es hermosa y que debemos luchar por nuestros ideales y por nuestros valores, y hemos aprendido que la fuerza más poderosa para sanar es el perdón; si nos perdonamos y perdonamos a los demás dejamos de ser prisioneros de esa ira, dolor, frustración para ser libres en nuestra emoción del amor, habiendo dicho adiós a las heridas y dando la bienvenida al aprendizaje de la vida —lágrimas y risas—.
Todos estos pasos son los que nos llevan a escuchar los acordes de la libertad. La libertad de ser y de existir nos lleva a un punto de inflexión, la comprensión de que todos estamos unidos por el vínculo de la familia humanidad. Hay que dejar salir toda la presión de prejuicios, de diferencias, de piel, creencias, culturas, tradiciones que llevamos dentro para dejar fluir y descongestionar nuestro cuerpo biológico, emocional y mental, así dejaremos sitio para que la lucidez tome el relevo y seamos conscientes de que somos los artífices de nuestra vida, y para ello hay que aceptar nuestras decisiones y no permitir a nadie que tome el rumbo de nuestra vida, así dejaremos de ser víctimas y prisioneros en un escenario que no es el nuestro.
A veces no queremos oír las palabras que nos dice el alma, pero por mucho ruido que haya en el exterior e interior nunca podremos acallar esas palabras que una y otra vez resuenan en los acordes del alma para darnos fuerza y coraje y seguir avanzando, ayudándonos a levantarnos cuando estamos caídos. Esas palabras son los acordes de nuestro silencio para que haya diálogo entre nuestra alma y el alma de la vida, bailando al ritmo que marca los regalos que la vida nos ofrece para movernos al compás de la canción de la verdad, donde la duda y la incertidumbre se han ido, pues ahora vivimos en libertad.
La libertad es ser y existir con respeto y dignidad y cada acción humana positiva ayuda al conjunto de la familia humana a que el milagro de la vida se pueda realizar con esta danza de libertad.
(“La Naturaleza Sagrada del Ser Humano”. Dibujo Lorena Ursell).