La rueda de la vida gira sin parar y cada uno de sus radios simboliza un camino, una encrucijada o un impasse en el que todos experimentamos diversas emociones por lo vivido a cada instante. Muchas veces no nos gusta nuestra realidad y huimos engañándonos con un futuro que nunca llegará, la vida que es más sabia que nuestro ego nos volverá a poner delante de ese escenario del que huimos, pues lo que se esconde y no se supera vuelve a aparecer cuando menos se espera.

La vida es un viaje de observación si queremos comprender por qué vivimos y cuál es el objetivo; para percibir necesitamos valor, coraje y entusiasmo para ahondar en nuestra psique e ir comprendiendo sin juzgar todas las situaciones por las que pasamos para ir avanzando. Nuestras experiencias también se presentan como un laberinto de trampas donde los engaños de la mente nos mantienen aletargados y prisioneros, siendo muy difícil salir de esa ilusión creada por miedos, ofensas, reacciones violentas que nos hieren el alma y enferman a la humanidad al igual que una célula enferma hace que el cuerpo entero sufra.

La vida pone a prueba a los seres humanos que habitamos el planeta —sin distinción de estatus social, raza o credo— para saber si hemos aprendido la lección o si hay que repetir el mismo escenario, dependiendo de nuestro comportamiento y decisiones nos adentraremos en senderos largos y llanos con alegres y desenfadados escenarios o en caminos abruptos y en profundas gargantas donde se oyen los ecos de los lamentos. Todos esos caminos forman parte de nuestras decisiones.

El objetivo de la observación es la paz interior, joya de las joyas que se encuentra en el templo del alma, donde la vida es próspera y fructífera para todos si hemos asumido la responsabilidad de que vivimos en dos mundos interior y exterior con una mente clara y un corazón compasivo. Para ello se requiere una conciencia en el presente, pues sin ser conscientes no podemos saber si existe un problema y, por lo tanto, no podremos buscar soluciones. Muchas veces huimos de la vida que es este instante, proyectándonos en un futuro inexistente, dejando para mañana el hoy: “cuando tenga tiempo haré, cuando sea mayor haré, cuando esto termine haré, cuando me ponga bien haré…” pero ese tiempo futuro nunca llegará si no vivimos el presente, lo que proyectamos para mañana pertenecerá al pasado sin haberlo vivido y nunca se hará; la vida es para vivirla ahora, poniendo nuestra conciencia en cada acción, pensamiento, palabra y emoción. Hemos dejado escapar muchas oportunidades, incluso hemos dejado nuestra vida pasar, la rueda de la vida jamás vuelve atrás, solo el ahora nos permite vivir a cada instante.

La vida es un viaje de observación interior y exterior. La vida es acaparadora y nos enredamos en sus redes ilusorias de ego y orgullo que crean unas situaciones que no existen; solo son batallas entre egos heridos que solo destruyen y crean discordia. Cuanto más sabemos sobre nosotros mismos, más fácil es desentrañar los misterios de la encrucijada de la vida, pues nos damos cuenta de que estando presentes en nuestra conciencia, todos los sentidos se agudizan y somos capaces de encontrar soluciones positivas.

Cuando nos observamos, comprendemos cómo funciona nuestra mente y estamos preparados —si lo deseamos— para saltar fuera de nuestra sombra, quebrando todos los parámetros mentales y emocionales porque dejamos de abonar esos conflictos internos que generamos sin parar. La observación nos permite ver esos fantasmas, esa parte oscura que todos tenemos y que se alimenta de nuestros miedos, para que desaparezcan con el hechizo del amor. Cuando hay un problema nos acordamos del ser superior para pedir ayuda, pero no queremos aceptar que la ayuda viene primero de nosotros mismos, las respuestas a todas las invocaciones están por todas partes, si sabemos observar nuestro mundo interior que refleja nuestra vida exterior y si observamos las señales evitaremos muchos males.

La vida es como una marea que sube y baja y cada momento es perfecto para hacer lo correcto. En cada situación debemos aprender a desaprender y a cambiar de actitud para no reaccionar e ir calmando los impulsos del ego. La verdad de la búsqueda se forma con la conciencia y la sinceridad, ambas nos ayudan a descubrir verdades más profundas si somos observadores de nosotros y de todo lo que nos rodea. Hay que romper los parámetros mentales para que la luz se filtre por esas fisuras abiertas provocadas por heridas ególatras que nos hacen frágiles y vulnerables. Estando en la observación vemos nuestra actitud frente a las situaciones de cada día y la podemos rectificar, en caso de que no sea la correcta. Cada día tenemos una oportunidad para crear nuestro destino y llegar al objetivo.

Además de ser cuerpo biológico, emocional y mental, somos energía, somos seres espirituales y todos los seres en el planeta tenemos por misión ayudar a los demás haciendo el bien, unos de una forma y otros de otra, pero todos debemos hacer algo por los demás. Si seguimos alimentando nuestros cuerpos con miedo e ira, crearemos violencia y mucho resentimiento a nuestro alrededor; en cambio, si nos alimentamos de alegría y serenidad, se creará un mandala de paz y prosperidad en torno a nosotros. Todo depende de nuestra elección. La vida es un misterioso hechizo de ilusión que no es y hay que descubrir ese encantamiento para ver la realidad.

La vida es un viaje de observación que desentraña ese misterio de nuestro infinito universo y poder, solo hay que prestar atención a las señales del camino y aunque haya penalidades y miserias, siempre hay que dejar un hueco para la esperanza.