Este poema es un canto a todos los refugiados y a todos los que tienen que huir de su país por la crueldad con que son tratados.
Se han olvidado de mí
que nací del amor
y vivo y muero en el temor.
Ojos suplicantes, cara manchada,
manos sucias y pies descalzos
ahora solo soy un refugiado.
Muchos gobiernos hablan de la paz
y del hambre, pero no hay resultados.
¡Sigue la guerra para conquistar mi tierra!
Yo soy un ejemplo entre miles de refugiados
que vivimos sin vivir con hambre y sed,
sin abrazos ni ternura, solo a base de latigazos.
A veces recibo una moneda,
otras, cierran puertas con una mirada despectiva,
y rara vez, recibo una mirada compasiva.
Nos encierran entre rejas oxidadas,
olvidándose de niños, mujeres y hombres
que viven solos y buscan un camino,
somos seres humanos y no mercancía.
Somos víctimas de un poder mundial
que solo piensa en ellos,
da igual si destrozan familias y alegrías,
tierra y naturaleza, con misiles y minas,
forzando a muertes físicas y del alma.
Gritamos que no queremos el averno
que queremos vivir como seres humanos,
pero nadie viene en nuestra ayuda
y, a nadie importamos,
solo a unos cuantos
que encierran en cárceles y torturan
por alzar la voz y luchar para liberarnos.
Soy un refugiado más
Que pide dignidad y respeto,
no soy yo el que ha querido huir,
no tenía otra opción que elegir.
(Libro “La Sabiduría de las Palabras, relatos iniciáticos”)