Séneca, decía: “No hay que esperar a que pase la tormenta, hay que aprender a bailar bajo la lluvia”.

Aunque creamos que estamos bien porque tenemos un trabajo, una casa, familia, amigos, vida social, etc., nuestra serenidad y alegría depende del estado que sintamos dentro de nosotros siendo una actitud individual.

En la actualidad nos hemos acostumbrado a vivir bajo el dominio mental y hemos olvidado el corazón, sede de la sabiduría, de la intuición, de la imaginación, estamos perdiendo la memoria porque la delegamos pulsando botones y así nuestra creatividad, se apaga. La memoria es importante para recordar lo esencial que es conocernos.

El conocimiento universal irriga todas las civilizaciones, se ha transmitido oralmente y se han escrito obras sobre el coraje, la amistad, el valor, la justicia, el honor que han calado en lo profundo del ser humano, llevando al apogeo un saber que permitió un bienestar social, sin embargo, también la ignorancia, codicia y miedo de algunos hicieron tambalear dichos pilares de equilibrio creando caos y ruinas; y como todo es cíclico, vuelta a empezar.

El conocimiento es una fuerza manifestada de la sabiduría que proviene del mundo invisible.  Los antiguos simbolizaban esa fuerza como un círculo, con su centro, de donde todo emana; los radios van del interior al exterior y viceversa, así como de arriba abajo, es decir, todo está contenido en ese círculo: lo oculto y la apariencia; nosotros llevamos ese círculo, impreso en nuestro corazón.

Hay un denominador común en los seres humanos mientras vivimos en el mundo —sufrimiento, traiciones, celos y también alegría, amistad, confianza, es decir, estamos siempre en la lucha de los contrarios y esto es nuestra norma de vida—. Los extremos siempre son fuerzas poderosas de manipulación, esclavitud y control. Para equilibrar los opuestos es necesario llegar al equilibrio y para ello tenemos que conocer nuestra relación entre nosotros y los demás, tomar distancia para observar y así comprender nuestra situación y la del otro.

Los seres humanos cuando no entendemos tenemos miedo, por eso estamos tan apegados a nuestro mundo material porque sentimos algo parecido a la seguridad y al bienestar, aunque pocos viven una vida plena de serenidad y alegría. Sin embargo, si nos conocemos y podemos averiguar en qué nos equivocamos, qué deseamos enmendar y qué realizar, la dimensión invisible aparecerá como un sendero para que podamos caminar.

La dimensión invisible va más allá del conocimiento, nos enseña a relacionarnos con nosotros mismos, a tomar distancia para mejor observar, a pensar con el corazón, a ser eficaces porque somos lo que hacemos, nos da claridad de pensamiento y lo mejor es que esas experiencias se viven en la cotidianidad de nuestra vida.

Kabir dijo: “la vida es un juego entre el alma de cada hombre y Dios”.

Einstein dijo: “Soy en verdad un viajero solitario y los ideales que han iluminado mi camino y han proporcionado una y otra vez nuevo valor para afrontar la vida, han sido la belleza, la bondad y la verdad”.

La dimensión invisible nos conduce a la eternidad porque entramos en la dimensión de Maat.