¡Nada se puede cambiar si nosotros no cambiamos!
Hago una llamada a la sensibilidad de todos los seres humanos para que reflexionemos y pongamos nuestro grano de arena para intentar dar un cambio a nuestro panorama oscuro y pongamos notas de color a este caos en el que vivimos. Si deseamos realmente un cambio, debemos empezar por nosotros mismos abriendo nuestra mente a la tolerancia, a la diversidad cultural y religiosa, a la abundancia económica y al bienestar social; para ello se requiere un cambio en la forma de pensar, en nuestra actitud, estar en la acción positiva y no en la reacción negativa. Soy consciente de que necesitamos unidad, coordinación, estrategias, compromisos, soluciones, ganas y esfuerzos y así obtendremos los resultados deseados, mi divisa es: deseo = acción = resultado.
¿Qué necesitamos para cambiar el mundo?, ganas y fe. Parece una obra inmensa, descomunal, una responsabilidad abrumadora… y lo es, pero siempre se puede construir algo con ganas, esfuerzo y compromiso. Los cimientos para construir un mundo mejor son los valores que hemos olvidado: honor, lealtad, honestidad, integridad, fuerza, dignidad, coraje, sabiduría…, sin valores no podremos realizar ninguna obra, solo alimentaremos nuestro ego y este no es el compañero ideal para crear puentes.
En estos momentos el mundo nos ofrece un cuadro claroscuro bastante deprimente; en los cuatro puntos cardinales vemos las mismas sombras ominosas que se ciernen sobre nosotros: corrupción, problemas sociales, comportamientos inhumanos, injusticia, intolerancia, violencia, miserias paupérrimas, contaminación del planeta —cada día más alarmante—, guerras y matanzas y sus terribles consecuencias; las armas son cada vez más sofisticadas, matando a mayor número de personas, creando desolación, muerte y sufrimiento, enfermedades cada vez más raras, tanto físicas como mentales, la crueldad va en aumento… Nuestro futuro, los niños y jóvenes no tienen muchas alternativas ni expectativas, nuestro planeta está sumido en una sombra tenebrosa.
Hay que poner un poco de color a este cuadro tan oscuro y para ello tenemos que tomar consciencia de que nuestros pensamientos, palabras y acciones crean vibraciones y reacciones con consecuencias que se propagan y vuelven hacia nosotros, su centro. La vida pasa para no volver, excepto, en nuestros recuerdos. Cada día escribimos o borramos alguna página de nuestra historia. Cuando llegue el momento de recordar nuestra vida, en ese último suspiro, deseo que tengamos momentos de gloria por haber hecho lo correcto y lo máximo en nuestra existencia, cuyo objetivo es ser feliz y ayudar a los demás a lograrlo.
No todos podemos estar en la palestra de la vida pública, política, financiera, religiosa para tomar grandes decisiones que tengan que ser acatadas por todos, pero cada persona forma parte del eslabón de la humanidad y contribuimos en bien o en mal dependiendo de nuestra responsabilidad. Para poder cambiar algo tenemos que conocer los problemas existentes y buscar soluciones; nosotros a pequeña escala no podemos tomar grandes decisiones, pero sí podemos no permitir más ultrajes y denunciar los abusos y las injusticias.
Cambiar el mundo no significa que tengamos una varita mágica y mañana todos los problemas se hayan solucionado, tampoco sería una solución, ya que no aprenderíamos y volveríamos a caer una y otra vez en la misma situación. Para aprender debemos ser conscientes de lo que nos pasa. Nos hemos olvidado de reír —de intercambiar sonrisas, palabras agradables, miradas alegres y serenas— por estar inmersos en un mundo material y egoísta. Uno de los problemas más urgente es poder preparar a los niños y jóvenes para enfrentarse al mundo. Para ello es necesario, educación, solidaridad, generosidad, alternativas, proyectos, libertad y paz. Deben estar preparados para respetarse a sí mismos y a los demás, deben prepararse para buscar soluciones y no rupturas, deben prepararse para no utilizar la venganza, sino el perdón, deben prepararse para la tolerancia, la paz, el desarrollo, la libertad y la justicia. Tienen que aceptar que todos somos iguales, que no hay diferencias entre los seres humanos y, por lo tanto, hay que respetar el espacio, la cultura, la ideología de cada ser.
Hay que ser valientes para soñar y volar y estar convencidos de que todos juntos podemos cambiar el mundo con acciones positivas, empezando por nosotros mismos en nuestras pequeñas comunidades. Es hora de cambiar la sombra de nuestro mundo por colores y fragancias de primavera.
(Dibujo Lorena Ursell. “La Naturaleza Sagrada del Ser Humano”)