El poder del amor

El poder del amor

El poder del Amor es un poder animado por la paz y la alegría, y, no tiene miedo.

La paz y el amor son ingredientes vitales donde la violencia y mentira no tienen cabida. Muchas veces confundimos amor con posesión, pasión, celos…, y, esto nos lleva al sufrimiento. El poder del Amor va unido al respeto para aceptar la diferencia en los demás; las personas débiles tienen miedo de esa diferencia. El amor es libre, no tiene fronteras, no tiene lazos y menos aún cadenas, por eso, el amor nos permite ser y existir. El amor procura alas para que las personas puedan volar e ir en busca de sí mismos y de sus propios destinos, el que cada uno elija.

Para descubrir el poder del amor tenemos que romper nuestros viejos sistemas de valores estrechos y dominadores, para ello tenemos que ser conscientes de nuestras vidas y propias acciones. El poder del amor es humilde, afable, sincero y está guiado por la mano de la paz y felicidad. Vivimos en un lugar sagrado llamado Madre Tierra, donde los pájaros cantan sin ser racistas, el sol irradia sus rayos a todas las culturas y creencias; el agua baña a todos los continentes, el aire no conoce fronteras y la tierra acoge a todos los seres vivos del planeta. La Naturaleza canta a la libertad y al amor en cada instante de la vida, nosotros, en cambio, cantamos al desamor y a la violencia porque estamos dominados por valores marchitos y caducos donde el amor no es la primera opción, lo que prima es poseer y no ser.

El poder del amor exige compromiso con nosotros mismos, lo que significa asumir las consecuencias de nuestros actos hacia nosotros y hacia los demás. No es cuestión de grandes palabras ni de grandes hazañas, sino llevar la acción serena a nuestra vida cotidiana sin permitir la violencia en ningún momento. Si sentimos Amor en nuestro interior estamos preparados para compartirlo con los demás, si no lo sentimos no podemos compartir nada, pues nada tenemos.

Hay que conferir valor y autenticidad a nuestras necesidades ocultas y aceptarlas para poder seguir avanzando serenos por nuestro camino, cambiando una vida de sufrimiento por una acción de esperanza. Todos tenemos que recomponernos de muchos varapalos recibidos a lo largo del camino; nos sentimos cansados e incluso sin ánimos, pero la vida continua incansablemente su trayectoria y no podemos pararnos, cuando nos paramos la vida sigue su curso y no podemos alcanzarla.

Los compromisos necesitan fuerza, voluntad y disciplina para que cuando vengan las tormentas de arena, que vendrán, nos podamos cobijar en nuestra fuerza interior. Muchas veces estamos confusos ante personas que emanan odio y resentimiento por sus poros, cuya mirada nos hiela el alma, porque nos hacen perder el equilibrio al sentirnos derrotados de antemano.  El poder del amor nos procura el antídoto contra la violencia. La violencia es la desesperanza muda de los débiles que actúan como marionetas de sus propios egos, aves rapaces del desierto que salen de noche para cazar porque temen la luz del sol al haber perdido el valor de ser humanos.

Hay que aprender a jugar con el viento como lo hacen las espigas —se balancean para no romperse—. El poder del amor nos anima a aventurarnos en solitario para que su poder inunde mares, montañas, caminos por donde los seres humanos deben avanzar para llegar a su destino, sea de ermitaño o de un aventurero intrépido.

El poder del amor surge cuando escuchamos nuestra consciencia y nos hace sentir bien porque actuamos movidos por un bien mayor, sanando viejas heridas y enfocando hacia la belleza nuestra nueva actitud en la vida.

(foto privada)

Es hora de escuchar a los ciudadanos del mundo

Es hora de escuchar a los ciudadanos del mundo

Los ciudadanos del mundo alzamos de nuevo nuestra voz para decir que estamos cansados de tantas guerras, de tantas injusticias, de tanta miseria, de tanta corrupción… y exigimos a los gobernantes, dirigentes, financieros encargados de velar por el bienestar de los ciudadanos —sean del partido que sean—, responsabilidades. A las Organizaciones Internacionales que luchan por los derechos humanos, la paz, la libertad, la integridad, la seguridad que continúen alzando su voz para acabar con esa tragedia que es la violencia. A los religiosos encargados de velar por las almas de los ciudadanos lo hacen con respeto y tolerancia —sean de la creencia que sean—, que no juzguen, que apoyen y ayuden a todo aquel/aquella que lo necesite.

Todos sabemos que vivimos momentos duros donde la muerte se impone a la vida, donde las líneas del respeto y dignidad se han borrado, donde el poder de la fe y confianza en el ser humano se han evaporado; la paz cede ante la guerra, la justicia ante la injusticia, el amor ante el odio, la vida ante la muerte. Los responsables de tanta miseria y sufrimiento deben ser conscientes de sus actos, pues sus consecuencias son muy graves y dolorosas para el conjunto de la humanidad. Pérdidas de vidas, hogares destrozados y cicatrices que no sanarán. “Todos ellos, líderes y gobernantes, tienen la responsabilidad de restablecer el derecho a la vida a través de la esperanza que brinda la paz para poder seguir adelante”, como decía Mahatma Gandhi.

Todos los ciudadanos del mundo formamos el corazón del guerrero de AHIMSA, la no violencia, y luchamos en la paz con fuerza y determinación, coraje y entusiasmo, porque sabemos que nuestra lucha sin violencia terminará ganando, pues la luz siempre vence a la oscuridad. El amor hace retroceder al odio, la paz entierra a la guerra, la justicia se eleva frente a la injusticia, la libertad libera a la esclavitud, el bien transforma al mal.

Es hora de parar las guerras, de que la tiranía y el totalitarismo den paso a la libertad y a la vida; es hora de que los ciudadanos del mundo podamos vivir en nuestros países en paz, sin miedo a represalias, viendo a nuestros hijos crecer, mientras juegan y estudian, para que en un futuro real puedan decidir sus destinos y no sean abatidos por balas perdidas procedentes de un poder abusivo.
Los guerreros del mundo siguen luchando para que los campos estériles sean plantados con árboles y flores de mil colores y para que todos los ciudadanos del mundo puedan vivir con respeto, dignidad, paz y libertad.

Conciencias dormidas

Conciencias dormidas

Conciencias dormidas que viven en un mundo cerrado de ilusión, en un sectarismo que no permite dar cabida a otra alma diferente que no pertenezca a su círculo. Sectarismo de una ilusión que crea padecimiento y dolor a su alrededor, pero pronto se desvanecerá con el sonido del gong. Individuos cuyas conciencias en hibernación permanecen dormidas sin tomar responsabilidades de sus acciones, tampoco les importa lo que pasa dentro de ellos mismos ni a su alrededor.

Hay muchos individuos que ordenan, organizan y mandan sobre la vida de otras personas, gritan sus deseos que deben ser ejecutados al instante, no importa el medio a utilizar, siempre y cuando sus deseos sean cumplidos. El resto de los humanos somos muñecos de cerámica que cuando nos tiran al suelo nos rompemos en mil pedazos, pero esos individuos creen que a ellos nada les puede tocar porque se encuentran escondidos en su torre de cristal.

A esas conciencias dormidas profundamente —que no oyen el clamor de los seres humanos, que no son capaces de sentir el sufrimiento que desgarra el aire—, habrá que despertarlas para decirles que deben aprender lo que ignoran y que tienen que aprender lo que no desean aprender. Profundo letargo el suyo, pero el mundo está cambiando y las huestes de la Humanidad se levantan en un canto a la igualdad, al respeto, a la justicia, a la libertad y a la unidad, bastiones del nuevo mundo.

En el mundo de las ilusiones de las conciencias dormidas, los demonios suelen ser la codicia, la intransigencia, el egoísmo y la vanidad; poderosos demonios que debemos evitar despertando a la conciencia de la luz. La opresión, cadena a la que millones de seres humanos están sujetos, es inhumana e indecente, pero la lucha por la libertad emerge desde su interior y del deseo de respeto por crear un mundo mejor, una convivencia de paz y bienestar y esa fuerza es mil veces más poderosa que cualquier cadena por muy gruesa que sea. Los dormidos solo duermen un sueño efímero y no se percatan de que el tiempo de hibernación ha pasado porque la primavera ha eclosionado en colores y en luz.

El bien y el amor de los luchadores son los estandartes de los impulsos nobles de millones de corazones que laten como si fueran uno solo, al ritmo del tambor, pom-pom-pom, en una danza de alegría para romper las ataduras de la esclavitud sometida por los que tienen adormecida su conciencia, que crean lugares sombríos y húmedos llenos de moho y miseria. El canto de esos nobles corazones que cantan a la libertad, está compuesto por palabras de no violencia, palabras que forman un canto de alegría, dignidad, respeto y justicia contra la desigualdad, la injusticia y la irrespetuosidad que esas conciencias dormidas castigan sin tregua en un implacable y continuo ataque sin piedad.

Ha sonado el gong y los nobles impulsos del ser humano, el amor y el bien, caminan sin parar en esta marcha que no dejará ya de avanzar.

(Dibujo Lorena Ursell. “La Naturaleza Sagrada del Ser Humano”).

 

Los niños y los jóvenes son nuestro futuro

Los niños y los jóvenes son nuestro futuro

¡Nada se puede cambiar si nosotros no cambiamos!

Hago una llamada a la sensibilidad de todos los seres humanos para que reflexionemos y pongamos nuestro grano de arena para intentar dar un cambio a nuestro panorama oscuro y pongamos notas de color a este caos en el que vivimos. Si deseamos realmente un cambio, debemos empezar por nosotros mismos abriendo nuestra mente a la tolerancia, a la diversidad cultural y religiosa, a la abundancia económica y al bienestar social; para ello se requiere un cambio en la forma de pensar, en nuestra actitud, estar en la acción positiva y no en la reacción negativa. Soy consciente de que necesitamos unidad, coordinación, estrategias, compromisos, soluciones, ganas y esfuerzos y así obtendremos los resultados deseados, mi divisa es: deseo = acción = resultado.

¿Qué necesitamos para cambiar el mundo?, ganas y fe. Parece una obra inmensa, descomunal, una responsabilidad abrumadora… y lo es, pero siempre se puede construir algo con ganas, esfuerzo y compromiso. Los cimientos para construir un mundo mejor son los valores que hemos olvidado: honor, lealtad, honestidad, integridad, fuerza, dignidad, coraje, sabiduría…, sin valores no podremos realizar ninguna obra, solo alimentaremos nuestro ego y este no es el compañero ideal para crear puentes.

En estos momentos el mundo nos ofrece un cuadro claroscuro bastante deprimente; en los cuatro puntos cardinales vemos las mismas sombras ominosas que se ciernen sobre nosotros: corrupción, problemas sociales, comportamientos inhumanos, injusticia, intolerancia, violencia, miserias paupérrimas, contaminación del planeta —cada día más alarmante—, guerras y matanzas y sus terribles consecuencias; las armas son cada vez más sofisticadas, matando a mayor número de personas, creando desolación, muerte y sufrimiento, enfermedades cada vez más raras, tanto físicas como mentales, la crueldad va en aumento… Nuestro futuro, los niños y jóvenes no tienen muchas alternativas ni expectativas, nuestro planeta está sumido en una sombra tenebrosa.

Hay que poner un poco de color a este cuadro tan oscuro y para ello tenemos que tomar consciencia de que nuestros pensamientos, palabras y acciones crean vibraciones y reacciones con consecuencias que se propagan y vuelven hacia nosotros, su centro. La vida pasa para no volver, excepto, en nuestros recuerdos. Cada día escribimos o borramos alguna página de nuestra historia. Cuando llegue el momento de recordar nuestra vida, en ese último suspiro, deseo que tengamos momentos de gloria por haber hecho lo correcto y lo máximo en nuestra existencia, cuyo objetivo es ser feliz y ayudar a los demás a lograrlo.

No todos podemos estar en la palestra de la vida pública, política, financiera, religiosa para tomar grandes decisiones que tengan que ser acatadas por todos, pero cada persona forma parte del eslabón de la humanidad y contribuimos en bien o en mal dependiendo de nuestra responsabilidad. Para poder cambiar algo tenemos que conocer los problemas existentes y buscar soluciones; nosotros a pequeña escala no podemos tomar grandes decisiones, pero sí podemos no permitir más ultrajes y denunciar los abusos y las injusticias.

Cambiar el mundo no significa que tengamos una varita mágica y mañana todos los problemas se hayan solucionado, tampoco sería una solución, ya que no aprenderíamos y volveríamos a caer una y otra vez en la misma situación. Para aprender debemos ser conscientes de lo que nos pasa. Nos hemos olvidado de reír —de intercambiar sonrisas, palabras agradables, miradas alegres y serenas— por estar inmersos en un mundo material y egoísta.  Uno de los problemas más urgente es poder preparar a los niños y jóvenes para enfrentarse al mundo. Para ello es necesario, educación, solidaridad, generosidad, alternativas, proyectos, libertad y paz. Deben estar preparados para respetarse a sí mismos y a los demás, deben prepararse para buscar soluciones y no rupturas, deben prepararse para no utilizar la venganza, sino el perdón, deben prepararse para la tolerancia, la paz, el desarrollo, la libertad y la justicia. Tienen que aceptar que todos somos iguales, que no hay diferencias entre los seres humanos y, por lo tanto, hay que respetar el espacio, la cultura, la ideología de cada ser.

Hay que ser valientes para soñar y volar y estar convencidos de que todos juntos podemos cambiar el mundo con acciones positivas, empezando por nosotros mismos en nuestras pequeñas comunidades. Es hora de cambiar la sombra de nuestro mundo por colores y fragancias de primavera.

(Dibujo Lorena Ursell.  “La Naturaleza Sagrada del Ser Humano”)

Un cambio profundo se está produciendo

Un cambio profundo se está produciendo

La Humanidad está sufriendo un cambio profundo como unidad, lo hace a una velocidad vertiginosa, lo que produce confusión y desequilibrio. Los conflictos armados son cada vez más cruentos, pues hay una parte ínfima de individuos que anteponen su objetivo de poder y dinero a la vida humana. La pobreza se expande como una pandemia por todos los países del planeta, creando violencia e injusticias. La educación en muchos colegios y universidades está enfocada para obtener un título y ganar dinero, no para mejorar a la sociedad e intentar crear un mundo mejor cuya bandera sea el respeto, la libertad y la tolerancia, ni siquiera muchos estudiantes estudian para aprender, la competición es tremenda, en las empresas somos números y no personas. Los valores humanos se están perdiendo, somos lo que tenemos y no lo que sentimos, lo que provoca más violencia y desequilibrio.

La Humanidad está cambiando junto con sus valores —honestidad, dignidad, respeto— que no deberían cambiar, ya que estos valores son la base para una convivencia serena y fructífera. Nuestra forma de vivir ha cambiado, pero, desgraciadamente, no para mejor; el odio, la rabia, la venganza, los celos son frutos de esos cambios que sufrimos debido a la división entre los seres humanos. Los progresos tecnológicos son importantes si sirven para ayudar a la Humanidad, pero más relevantes son aún los derechos humanos de la Humanidad. Las relaciones humanas han cambiado, ahora se hacen a través de un chat de ordenador, escudándonos detrás de una pantalla y, muchas veces, creando un personaje ficticio que es el opuesto a la realidad. El mundo virtual nos bombardea y manipula, nos impone sus reglas, nos dice cómo tenemos que vivir, qué comer, cómo vestir, qué creer y si no seguimos los cánones previstos, no estamos dentro de la norma —la diferencia sigue molestando, somos marionetas articuladas movidas por los más fuertes tanto del poder político, social, financiero y religioso—.

El gran cambio de la Humanidad está en marcha entre luces y sombras.  Esperemos y luchemos para que las luces iluminen, poco a poco, todo el planeta. Como decía Pitágoras, “hay que prosperar en justicia y sabiduría”.

(Foto “la Naturaleza sagrada del Ser Humano”)