Diario de un caminante

Diario de un caminante

“En cuanto nace la chispa de la vida dentro del vientre de la madre, empezamos a construir la espiral de nuestra existencia, creando círculos entrelazados que nos llevarán, sin parar, de uno a otro, de experiencia en experiencia, de aprendizaje en aprendizaje hasta el último círculo que se cerrará con el último suspiro, en esta danza del tiempo y del espacio”.

Hace muchos años —no sé cuántos, pues los he olvidado— me marché de casa dejando familia y amigos; como equipaje, una maleta llena de ilusiones, un libro en blanco y la certeza de que algún día los renglones serían escritos en el agua, la arena y en mi alma. Mi único objetivo era buscar respuestas a mi inconformismo interior que se revelaba cada día más fuerte, alimentando mis ansías de búsqueda. Soñaba con viajar, volar, conocer gente, libros, estaba sediento de conocimiento… Durante mis viajes, descubrí personas maravillosas que me elevaban el alma y otras que la herían. Comprendí que en la guerra de la vida siempre hay heridas desde el primer momento en que ponemos los pies en nuestro camino: caídas, empujones, traiciones, mentiras, manipulaciones; estas heridas son por golpes dados y recibidos.

Estos golpes me hicieron comprender que vivir de espaldas a la vida produce sufrimiento que proviene de ese vacío de querer caminar, pero el confort puede más, provocando una vida sombra y deficiente; siendo “tibios” por no tomar decisiones, dejándonos arrastrar por otros, viviendo una trampa mortal en nuestra vida. La decepción y la frustración que producen esas situaciones que provocamos nos hieren el alma haciendo brotar ríos salados de los ojos, porque una vida vacía es una vida sin control, que nos arrastra con tal fuerza, como un río desbordado que todo arrasa hacia situaciones imprevisibles. No sabemos quiénes somos, hablamos con otros nosotros mismos, con esa voz cargada de arrogancia, interpretando mil papeles de comediantes, pero ninguno de actor principal; nos volvemos personas grises de corazón y nuestra vida se enreda como una madeja tirada en el suelo, posponiendo para mañana el momento de desenredarla.

Vivir de frente es vivir conscientes de que llevamos las riendas de nuestras vidas porque somos sus artífices; tomamos decisiones que a veces nos llevan a lanzarnos al vacío con coraje, fuerza y sabiduría; desplegando las alas para observar desde lo alto y maravillarnos de la trama de los acontecimientos que nos construyen y comprendemos que todo está interrelacionado. Muchas veces nos hieren y herimos, rectificamos, perdonamos, así aprendemos y crecemos realizando una obra de arte en nosotros mismos; somos los actores principales de nuestra vida porque vivimos en el eterno presente.

Después de muchos años de transitar por culturas diferentes, por senderos polvorientos, de descansar en oasis, escalar montañas, de internarme en las profundidades de la noche acompañado de sonidos que emergían de mi corazón angustiado; de pasear entre girasoles que bailaban al son de los rayos dorados y algún hada me regalaba una mirada llena de ternura, acariciándome el alma que se zambullía en el azul infinito; comprendí que yo soy el camino; que lo que buscaba lo había hallado hacía muchos años, al descubrir el canto de mi alma a través de sonrisas, atardeceres, fragancias y paisajes que me saludaban cada día. Y, ese descubrimiento me llevó a la felicidad, al haber encontrado ese refugio interior en el corazón donde germina su flor curando mis heridas.

Somos nuestro propio destino, tan lejano y cercano al mismo tiempo. El viaje comienza y termina en nosotros porque somos el camino. Mi último renglón se escribe en mi alma: “si sientes ese cosquilleo no tengas miedo de lanzarte al camino que te llevará hasta el final del universo en el eterno presente”.

¡Y a mí me llaman loco!

¡Y a mí me llaman loco!

Llevo días intentando hacer entender a mi familia que quiero cambiar de vida. Todos creen que me he vuelto loco. Debido a mi edad piensan que ya no valgo para tomar decisiones donde la prioridad ya no es el dinero. Temen perder la herencia que he conseguido a costa de la alegría.

Sé que aunque ahora soy mayor deseo vivir lo que perdí, caricias, palabras sinceras y amables, reír y llorar, pero sobre todo amar.  Al ver mi determinación, mis familiares y algunos de los que creía que eran mis amigos, han tomado la decisión de encerrarme entre cuatro paredes blancas, acolchadas, —supongo que para no hacerme daño— porque dicen que me he vuelto loco.

Me llaman loco porque he comprendido que la vida no solo es tener dinero, sino también gente que te quiera y respete por ser como eres. Por esto, quiero vender mis posesiones y alejarme de la prisión de las cuatro paredes de hormigón, donde he pasado mi vida creando un imperio cuyas murallas me protegen y también aprisionan mis sentimientos; donde la gente no me aprecia, sino que anhela mi poder. Todo es una carrera para escalar puestos. Solo importa el dinero.

Me llaman loco por desear dejar atrás las noches solitarias de abrazos fríos y dispersos, muecas de sonrisas y frías sábanas en camas ajenas; por olvidar el tic-tac, tic-tac sin parar —días, meses, años— de una carrera cuya meta es dinero.  A nadie le importa mis deseos.

Todos se han ido y no he visto en sus ojos un poco tristeza; ahora estoy en una fría cama de una blanca habitación. En mi mano guardo esa piedra de color turquesa que un día me regalaron y siento que me une a algo atemporal que ignoro, pero que forma parte de mí.

Recuerdo que una noche, en una cama de frías sábanas, soñé que una hermosa mujer me entregaba una piedra azul turquesa y me decía que dentro de ella se hallaba mi alma que había perdido, entretanto correr para llegar a ninguna parte. Por la mañana vi una piedra azul turquesa en la mesilla de noche, cuando la toqué sentí un cosquilleo en mi mano que me traspasó todo el cuerpo; tuve sentimientos de tristeza y alegría al mismo tiempo y dulces lágrimas cayeron sin parar. Mi vida pasó delante de mí como la visión de un relámpago. Sentí que estaba a punto de perder el resto de mi vida. Me ahogaba en esa desangelada habitación.  Salí y caminé sin rumbo hasta llegar a un bosque, todo era paz y silencio. La historia de mi vida volvió a pasar delante de mis ojos y eché de menos sonrisas, besos y caricias; miles de recuerdos que no viví se grabaron en mí para luego marcharse para siempre. En ese momento, comprendí lo que era mi vida al descubrir la armonía y la serenidad de ese lugar apacible entre árboles milenarios que me acogieron como a un amigo, donde las estrellas nos hicieron compañía y los duendes del amor cantaron a pleno pulmón, el agua tocó el violín y la tierra con sus latidos el tambor.

Ahora recuerdo… por qué salí corriendo con tanta prisa de la reunión. Me asfixiaba el ambiente de estatuas frías y vacías, querían encerrarme en una habitación de luces blancas y paredes acolchadas y me llamaban loco. Estaba tan triste que cogí el coche… no vi el camión…, una sensación al principio incómoda, aunque inmediatamente se transformó en muy agradable, vi una luz y una hermosa mujer me entregó una piedra azul turquesa.

Ahora recuerdo…

Ese recuerdo se aleja de mí, ya no siento la fría cama. Me uno en un abrazo a la tierra y a la sinfonía de las estrellas, pero antes miro de nuevo mi piedra azul turquesa que me ha ayudado a explorar nuevas esferas.

Las Memorias del Mundo

Las Memorias del Mundo

Mi viejo manto raído y cubierto de polvo de tantos caminos recorridos, compañero de timón entre olas amargas en un mar bravío que empuja hacia la orilla pesares y despojos, me acompaña como mi sombra a través de la historia.

En un minúsculo vergel entre dunas infinitas que invitan al espejismo, caí rendido bajo el abrazo de una palmera. Cansado de tanta cacofonía mental, de pensamientos que me hacen tambalear y sentimientos que me envuelven en una bruma de dolor…, decidí descansar e ir al encuentro del silencio.

Las Memorias del Mundo

Mi viejo manto raído y cubierto de polvo de tantos caminos recorridos, compañero de timón entre olas amargas en un mar bravío que empuja hacia la orilla pesares y despojos, me acompaña como mi sombra a través de la historia.

En un minúsculo vergel entre dunas infinitas que invitan al espejismo, caí rendido bajo el abrazo de una palmera. Cansado de tanta cacofonía mental, de pensamientos que me hacen tambalear y sentimientos que me envuelven en una bruma de dolor…, decidí descansar e ir al encuentro del silencio.

— “Las almas cansadas y heridas solo se curan con el perdón que besa sus heridas, igual que las olas acarician la orilla. Si el alma de la humanidad se ahoga, el alma del mundo está en grave peligro”.

Palabras que me sobresaltaron, deslumbrado de tanta luz, tal vez, un espejismo, vi a un hombre atemporal cuya cara era surcos de ríos y sus ojos un lago de montaña.

— “Llevas toda tu vida buscando el Saber, cruzando desiertos de sal y arena que te han llevado otra vez, hasta este vergel solitario, punto de tu partida. Olvidaste quién es ese que ama, llora, piensa, siente… tu olvido ha bañado tu alma de nostalgia.  La conciencia y el conocimiento no deben morir, sino ser despertados”.

En ese momento mi soledad se convirtió en pleamar, destello de plenitud y comprensión.

Sus ojos profundos escudriñaban mi alma que se abrió como una flor al sol. “Siento nostalgia del canto de mi alma. Mi alma está cansada de tantos tropiezos y caídas, ya no tengo fuerzas para levantarme” me lamentaba. Su mano me extendió y en ella vi la cuerda lanzada que, a lo largo de mi viaje, siempre me ha ayudado a salir de pozo de mi soledad.

— “Una lágrima puede elevar el alma, pero un lamento puede resquebrajar tu ser. La verdad duele porque nos hace crecer”. Con tus lamentaciones y el olvido de quién eres has dejado de oír Las Memorias del Mundo.

Estas palabras me hicieron vibrar porque estaban inscritas en mi alma.

— “Memoria es recordar algo que ya sabes… las Memorias del Mundo nos invitan a todos a RE-CORDAR nuestra alma que se encuentra entre el cosmos interior y el cosmos universal. Las Memorias del Mundo son esos hilos invisibles de Amor que a través de los tiempos algunos seres humanos han tejido para que otros puedan recuperar esa Sabiduría y entregar alegría y amor a las almas de tantas personas que sufren de su ausencia y sienten nostalgia de algo que ellos mismos aún ignoran”.

— “Para recordar hace falta vivir y respirar en consciencia, y, esto nos une a la realidad divina que no es otra cosa que reencontrarse con nosotros mismos. Muchos buscan en el exterior, en el cielo, en edificios, en libros… y se pierden buscando porque no buscan en el lugar correcto que es su interior”.

— “Hay que recordar para que los corazones no se petrifiquen. Hay que hablar el lenguaje de la humanidad, que es la paz del corazón, palabras profundas porque son el lenguaje del alma. Lenguaje que no se olvida en la distancia ni en el tiempo”.

— “En el silencio oímos las enseñanzas de personas que han trazado su camino caminando por el sendero de la paz. El ser humano tiene un objetivo y es ser feliz, pero lo ha olvidado al sumergirse en el pozo del olvido y del materialismo. El planeta evoluciona y los seres humanos también. Hay personas que se dedican a intentar romper esta cadena de evolución, pero jamás lo lograrán. Es de suma importancia que cada ser humano ayude a los demás a través de la gratitud, de la amabilidad, de la generosidad, del conocimiento… solo así la evolución de la humanidad y del planeta se realizará”.

— “Recuerda que cuando miramos en el fondo de una mirada, a veces, vemos lo que otros nos han robado de la vida, dejando solo vacío y tristeza. Son personas muertas que no tienen ni siquiera a su sombra como compañera.  Tu manto raído y cubierto de polvo de tantos desiertos y caminos recorridos te recordará tus derechos a la libertad y a la felicidad para vivir en un mundo en el que florezca la vida. No olvides que la serenidad y la paz se encuentran en las Memorias del Mundo, en el canto de tu alma”.

No sé si fue espejismo o sueño. Respirada la paz que el silencio del manto de las estrellas me ofrecía para reconfortar mi alma. Oí el susurro de las voces del desierto y me recordaron que el amor son lazos invisibles tejidos con Sabiduría que han dejado una huella en el alma de cada ser humano.

Comprendí que lo que para mí es sabiduría, para otros es locura… mi manto raído y cubierto de polvo de tantos caminos recorridos era testigo de que había regresado a casa.

Tertulia en el Panteón

Tertulia en el Panteón

Antes de entrar en ese maravilloso monumento arquitectónico llamado Panteón, he paseado por los jardines de Luxemburgo, árboles y fantasmas de piedra hablan de otra época entre susurros sobre sus penas y glorias.

El Panteón protege las vidas eternas de visionarios y pensadores que lucharon por cambiar la forma de pensar de su tiempo, tejiendo hilo a hilo la bandera de la libertad.

A la izquierda una escultura dedicada a Denis Diderot. Letras que bailan formando palabras de libertad, justicia, igualdad, fraternidad. No existe el tiempo y el espacio; murmullos y risas me sorprenden y tres gigantes de las letras Diderot, Voltaire, Rousseau, estaban de tertulia hablando de sus tiempos, de sus amigos, de sus obras, de la iglesia y del gobierno. Pensé: “¡vaya tertulia en el Panteón!”.

Voltaire, entre risas y bromas, recordaba la estancia de Diderot en Rusia y el frío que le caló hasta los huesos, bromas del destino. Palabras irónicas y risas.

Rousseau habla de la libertad, lo más preciado del hombre, ríen, ya que la eternidad es la libertad sin barreras. Quien le iba a decir que su enemistad con Voltaire en la vida les uniría en la inmortalidad. Ironía del destino y Voltaire dice: “el hombre nace libre, pero en todos lados está encadenado”, al final tenía razón.

—Sin libertad el ser humano no puede vivir, deja de ser humano para ser esclavo. La libertad nos proporciona el derecho a elegir ser uno mismo o ser una sombra. El uso de la razón y del entendimiento ilumina la ignorancia y nos proporciona principios y valores a las personas, así como el derecho a la libertad, a la justicia, a la dignidad, por eso se nos conoce como los filósofos de la Luz. Nuestra lucha por el conocimiento, la justicia y la libertad nos llevó por muchos caminos… Los tres se miraron y guardaron silencio, cada uno de ellos con sus pensamientos, recuerdos y experiencias.

Estaban sentados en las escaleras, de pronto se paran muy sorprendidos al notar mi presencia.

— Bonjour ! Qui êtes vous ?

— Oh, je suis une femme du XXI siècle…

Silencio, cruce de miradas y miles de preguntas flotando en el aire…

—¿Qué ha pasado en el mundo durante todo este tiempo?

Resumo los acontecimientos más importantes. Miradas tristes y semblantes serios. Efectivamente, teníais razón, sin conocimiento, libertad y justicia, se vive en la tiranía; en la actualidad aún hay muchos países que viven bajo el yugo de la opresión. Los dictadores e ignorantes no han desaparecido; la lucha por la paz y la libertad no tiene tregua. El progreso ha llegado a un nivel técnico muy alto: el hombre ha pisado la luna, internet conecta al planeta entero en cuestión de segundos. Me miran incrédulos y hago la demostración con mi teléfono móvil, busco sus nombres en la enciclopedia virtual, Wikipedia; su gran trabajo y herencia han sido muy importantes para el mundo.  Silencio y emoción.

—¿Cómo se sitúa el ser humano ante este progreso?

Con gran pena contesto que el ser humano no ha avanzado, la ignorancia y el fanatismo siguen creando grandes males en el mundo entero. El materialismo nos define, somos lo que tenemos en lugar de ser lo que somos. La educación falla, muchas escuelas y universidades no buscan el saber, sino entregar diplomas huecos y generar dinero. En países totalitarios es mucho peor, todo está controlado por los gobernantes.

Perdemos el calor humano, las tertulias ahora se llaman chats y se hacen a través de la pantalla del teléfono. Se vive en un mundo virtual donde la información verdadera o falsa llega en cuestión de segundos a todos los países, con consecuencias positivas y, a veces, muy negativas.

Todas las guerras, injusticias, barbaries que se han producido en los últimos tiempos y en la actualidad, han dejado y dejan unas cicatrices en el alma que será muy difícil de borrar: violaciones, esclavitud, pérdida de derechos humanos…, seguimos inmersos en un desconocimiento de nosotros mismos, tenemos bienes materiales, pero hemos olvidado el alma, en resumen, hemos progresado técnicamente pero no como seres humanos.

Sus semblantes se han vuelto tristes y serios.

También comento que hay mucha gente que lucha como ellos lo hicieron por la justicia, la educación y la libertad; todos somos conscientes de que la voz de la libertad es más fuerte y poderosa que la de la ignorancia.

Diderot, comenta: somos fantasmas que caminan entre la gente. Voltaire añade: más bien bailamos con el aire y Rousseau, algo más serio, dice: fantasmas o no, vivimos en esa sinfonía de letras que componen las palabras que han ayudado a establecer las bases de la democracia y del bienestar. Es cierto, vuestras obras siguen siendo un referente para nuestra sociedad y debemos ser conscientes de que para vivir debemos dejar nuestra huella en el cemento y no en la arena.

Una brisa me devuelve a otra realidad y observo el perfil de Diderot que sonríe, oigo sus risas y veo bailar unas letras en el aire “à la prochaine”.

El barquero del silencio

El barquero del silencio

Las aguas del río fluyen formando parte de un todo, cataratas, lagos, mares…, nos hablan y nos cuentan bonitas historias si sabemos escuchar.

Esta es la historia de un hombre que vivía en la ribera de un río, rodeado de altas montañas de cumbres nevadas. Su cara estaba bronceada por el sol, marcada por arrugas de felicidad y sabiduría, y sus ojos brillaban con mirada clara y serena.

Lo conocían como el “barquero del silencio” por sus parcas palabras, ya que prefería escuchar a hablar, pero sus ojos reían cuando contemplaban a las personas que buscaban su compañía para que las llevase a la otra orilla. Personas variopintas y cada una de ellas con historias singulares, con sueños por realizar o desengaños guardados en el corazón de la tristeza.

El barquero se sentía libre como el viento y amaba ese río; en sus aguas podía oír esa risa que le devolvía momentos felices de amor y ternura compartidos con su amada que aunque se había ido, su risa quedó reflejada en el agua, dibujando para siempre esa sonrisa en su cara arrugada y en sus ojos de mirada clara.

Como era habitual, el barquero estaba sentado en la orilla del río. “Hoy va a caer una gran tromba de agua” pensaba mientras miraba al cielo cubierto de negros nubarrones. En ese momento apareció un hombre de mirada altiva. Pidió al barquero que lo llevara a la otra orilla. El barquero le dijo que era mejor esperar, ya que la tormenta estaba a punto de descargar; pero el hombre dijo que no quería esperar. Salieron en la barca, pero la tromba de agua cayó con tal fuerza que tuvieron que regresar. El barquero le ofreció su humilde cabaña hasta que escampara. El señor aceptó con mala cara y el barquero sonriendo le condujo a su humilde morada.

Choza austera, pulcra y ordenada. Mientras tomaban café, el hombre le contó su maravillosa vida, de viajes a través del mundo, de reuniones y de hoteles de lujo. En un silencio entre las frases dichas, pensó: pobre hombre, vaya vida más triste y solitaria. El barquero lo escuchaba con atención, con ojos serenos y sonrientes.

El hombre siguió con su monólogo y cada vez se sentía más orgulloso de su vida, cuando de pronto, el barquero le preguntó para iniciar una conversación: ¿tienes familia?  No tengo tiempo, respondió; ¿tienes amigos? Tengo muchos clientes; ¿qué haces en tus ratos libres? Soy un hombre de negocios muy ocupado, no tengo tiempo ratos libres. Mi vida es el trabajo. Su cara transmitía la extrañeza por estas preguntas y ante el silencio del barquero, se puso a observar la pequeña choza pulcra y ordenada y, entonces, oyó el canto de la lluvia al caer; por primera vez en su vida, sintió recogimiento y deleite ante tal armonía y belleza.

El barquero le comentó: “tienes una vida ajetreada que conlleva una soledad impuesta. Tanta gente anónima a tu alrededor que como fantasmas van y vienen sin dejar huella. Es triste que te pierdas el amor, que no puedas sentir el abrazo cálido, que no puedas oír la risa o compartir momentos dulces e íntimos con un ser amado”.  El hombre lo miró con cara de perplejidad, “este barquero no comprende nada… mi vida es maravillosa…”

El barquero sonriendo le dijo: “no todo es trabajo y huida, debes conocerte y así encontrarás el camino de tu vida”.

Escampó y el barquero lo llevó a la otra orilla, allí se despidieron con un adiós.

Un año más tarde, mientras que el barquero estaba en la orilla del río oyendo la risa de su amada en el agua, apareció el hombre de mirada altiva, esta vez, acompañado de una mujer a la que adoraba. “Solo he venido a darte las gracias por aquella taza de café que cambió mi vida”.

La vida no es lo que tenemos, la vida es lo sentimos, si buscamos la paz y la verdad la encontraremos, si buscamos el egoísmo y la violencia lo encontraremos. Solo de nosotros depende la elección. Todos llevamos el universo en nuestro corazón.

(Imagen Libro “La Naturaleza Sagrada del Ser Humano”. Dibujo Lorena Ursell)

ME HAN ROBADO MI NOMBRE

ME HAN ROBADO MI NOMBRE

Oigo un estruendo seguido de una detonación, siento temblar la tierra bajo mis pies. Todo se derrumba. Siento un miedo atroz. Caigo en medio de este caos, no sé dónde estoy… he perdido la noción del tiempo y del espacio.

Al recuperar mi consciencia compruebo que todos mis amigos y toda mi familia se han ido, solo quedo yo en medio de esta devastación. Me han arrebatado todo, solo queda mi sombra y está tan perdida que no sabe a dónde ir. Ya no tengo país ni casa, no tengo familia ni amigos, estoy solo y no pertenezco a ningún lugar, me han robado hasta mi nombre, no logro entender el porqué de tanta violencia y crueldad…

He perdido mi nombre, me lo han robado esas personas que son los artífices de estas guerras, que lanzan misiles sin ton ni son, provocando derrumbes, que entierran a cientos de personas inocentes, cuyo único delito es haber nacido en esos países donde los arquitectos de las guerras han decidido devastar en lugar de crear; donde guerrillas masacran a inocentes sin motivo ni razón, donde cientos de niños quedan huérfanos o heridos en lo más profundo de sus tiernas almas.

Me han robado mi nombre y tengo una herida profunda en mi alma tierna, únicamente tengo un recuerdo: “una aldea donde compartíamos lo que teníamos, reíamos, bailábamos, amábamos, no teníamos mucho, pero tampoco lo necesitábamos”, ahora solo es un recuerdo o tal vez una ilusión.

Me han robado mi nombre cuando me violaron, cuando nos hicieron desaparecer, cuando entraron y masacraron a mi familia…

Me han robado mi nombre… todos conocen los horrores que sufren cientos de miles de personas, las ayudas son pocas o no llegan y los que pueden solucionar las terribles situaciones no hacen nada. Los líderes de los países se dedican a hacer reuniones aquí y allá, buscando algún compromiso real o ficticio, pero por el momento, la única realidad es que “miles de personas están a la deriva, muriéndose de hambre y frío, sin casa ni país, personas anónimas que nadie recordará porque les han robado sus nombres”.

Los Líderes dicen que tal vez… la próxima vez… pero yo ya no les creo. Nuestros derechos humanos nos han sido arrebatados de un plumazo.

No se puede seguir permitiendo que unos cuantos monopolicen a millones de personas, llevándolas al límite de la pobreza, de la miseria, dejándolas desamparadas, cansadas, sin saber a dónde ir, que viven sobreviviendo en el día a día. Esas personas sin nombres no comprenden lo que les está pasando, solo saben que para sobrevivir deben abandonar su país. Es inhumano que las personas vivan sin saber hacia dónde se pueden dirigir; dando tumbos y tocando puertas cerradas que nadie desea abrir.

Los derechos humanos se establecieron para que todos los seres humanos del planeta, sin distinción de raza, credo o color, tengamos los mismos derechos, con responsabilidades y obligaciones. Por lo tanto, se espera y se exige de los Gobernantes y Responsables que respeten la condición del ser humano.

Ahora vivimos en un mundo global y con las redes sociales, millones de personas están al corriente de lo que pasa en el mundo al instante, pudiendo opinar sobre todas las cosas, y la gran mayoría de los seres humanos se unen para hacer fuerza con el fin de que la violencia cese y deje de generar tanta crueldad, tantas muertes y que la paz gane y se eleve en un himno de libertad y respeto para que todos tengamos nuestro nombre y nuestra dignidad. La vida de cada ser humano es un eslabón de esa gran cadena llamada Humanidad, cadena viva que palpita, cadena en reacción por lo que todo tiene consecuencias, sobre todo y todos.

La Unión de esos millones de seres humanos que luchan por la paz, luchan también por devolverte tu nombre, tu lugar, tu estima, tu confianza, tu dignidad, tus derechos humanos, tu libertad y tu respeto para que dejes de ser, tu sombra que camina entre las ruinas sin saber hacia dónde ir y vuelvas a recordar quién eres y de dónde vienes.