El lenguaje del silencio

El lenguaje del silencio

Mis largas caminatas a través de la naturaleza, me llevaron a un bosque mágico, de altos árboles y bellas flores, donde los colores y olores cambiaban según las estaciones. En un pequeño y escondido camino conocí a un sabio roble, cuyas raíces enterradas en la tierra le daban fuerza y proporcionaban serenidad a aquel que se sentaba bajo sus ramas; nos hicimos amigos después de unos encuentros y así fuimos anudando una sincera amistad durante muchos años; me sentaba durante horas sintiendo su fuerza y serenidad y dejándome arrullar por la suave melodía del viento, así aprendí el lenguaje del silencio.

Hoy, me siento confusa y gris como esas nubes a punto de descargar toda su fuerza. Tengo que tomar una decisión, no sé hacia donde debo ir ni qué camino tomar, pero sé que esa decisión cambiará mi vida; la indecisión y la confusión me hacen sentir angustia. Me siento encima de sus raíces, cierro los ojos para sentir serenidad en mi alma y poder oír las palabras del silencio de mi buen amigo, el roble.

“Lanzas al aire miles de preguntas para obtener respuestas. En momentos previos a tomar la decisión me abres tu alma y me cuentas tus miedos y temores ante lo desconocido; sabes que es en esos momentos de incertidumbre cuando tienes que luchar por tu vida para crear tu destino, transformando tus deseos en acciones para que no sean ilusiones. Los cambios en la vida son necesarios y positivos, aunque, a veces, es duro salir del confort de la rutina, dejar los hábitos que son los que te hacen sentir una ficticia seguridad porque es lo que conoces. Los cambios son vitales para avanzar y crear una nueva vida.  Necesitas extender tu visión para comprender y abordar tu confusión bajo otra dirección, creando un ambiente propicio para tomar tu decisión. A veces, sin mirar ni saborear, dejas pasar los días y no comprendes que eso que pasa y no vuelve es la vida. No la mires pasar, sé valiente y camina hacia tu destino.

Vivir en el confort de la rutina crea resistencias, murallas, apegos. Esas resistencias a abandonar esa zona de confort es la que provoca miedos y te hace vivir bajo las presiones de unas reglas impuestas por la sociedad, donde, prácticamente, todos sois iguales, misma comida, misma costumbre, misma ropa, mismo comportamiento…; la idiosincrasia de cada uno se está perdiendo; dos de las cualidades más importantes del ser humano, la imaginación y la creatividad están rumbo al baúl del desván.

Todos buscáis reconocimiento, seguridad, amor, pasáis la vida buscando a ese ser amado que os colme, pero que nunca llega porque lo buscáis en el sitio equivocado, si no te amas, no puedes amar. La falta de amor y de confianza es la causante de todos los males de vuestra vida. Por esta razón vivís en la resistencia, con choques frontales que provocan sufrimiento y violencia. El cambio, el ir más allá de los límites y dejar de vivir una vida lineal, es la alternativa para transformar lo aburrido en divertido, cada alternativa excluye algo, pero hay que avanzar y no tener miedo del obstáculo. Muchas conciencias duermen y no quieren despertar de ese sueño hipnótico que ha sido impuesto para mejor controlar, lo que produce un riesgo en vosotros mismos y en vuestra vida.

La fuerza de tu motivación es la que te hará avanzar y te ayudará a saltar o a esquivar el obstáculo que ahora imaginas. Esa confusión, ese miedo, desaparecerá cuando tomes la decisión y empieces a caminar. Tu vida te pertenece así como tu destino, el deseo te lleva a la acción y la acción al resultado”.

Cuando dejó de hablar sentí una paz extraordinaria y una alegría sublime por sus palabras, le di las gracias y él me regaló un trocito de su alma. Comprendí que si realmente quiero florecer como persona, elegir y encontrar mi destino, tengo que tomar la decisión que me dicte el corazón. Es maravilloso tener amigos tan especiales con los que puedes conversar de todos los temas de la vida, incluso los más profundos del alma, sin juicios ni excusas. Somos lo que somos, para comprenderlo tuve que dejar atrás egos y apegos.

La esperanza ante la desesperación

La esperanza ante la desesperación

Muchas tardes me acerco a la orilla del mar a recoger viejos maderos de algún barco desgastado por sus muchas travesías que se han ido perdiendo en el océano y han llegado a esta orilla; me gusta recogerlos e intentar hacer con ellos alguna obra de arte, crear vida de algo muerto porque así me siento yo, en este enigmático país de melancolía cuyos ríos misteriosos están surcados por ácidas lágrimas.  Soy un fugitivo y huérfano del amor, hui del hogar cuando era muy joven creyendo poseer la fuerza, el coraje y la valentía para ir en busca de mis sueños.

Recuerdo que en mi huida tenía mucha prisa, y, no vi la piedra en el camino, así, en el primer tropiezo, me quedé tirado en la cuneta y mis sueños conmigo. Desde entonces, hace ya treinta años, vivo en la autocompasión y destrucción hacia mi persona y hacia los que me rodean porque sufren mi carencia de amor.

Hoy, mi hijo ha hecho lo mismo que hice yo, marcharse; pero, él tuvo la valentía de despedirse, valentía que no tuve yo. Hoy, también, me he enterado de que mis padres se han ido y una profunda tristeza ha inundado mi alma; no sé por qué ese sentimiento nace ahora después de tantos años. Algunas personas cercanas, incluyendo a mi hijo, me tendieron una mano cuando dejaba a mi paso botellas vacías y otras apiladas esperando a ser vaciadas. Desprecié sus manos porque las fuerzas para enfrentarme a sus miradas me habían abandonado hacía mucho tiempo.  Preferí quedarme en ese oscuro rincón donde el dolor y la autocompasión junto con mi represión interior habían matado incluso mis más lejanos y profundos anhelos, porque anestesié mis sentimientos con rabia para no sentir culpa.

Un día cayó en mis manos un libro cuyas palabras decían: “para dejar huella debes de ser Hombre”. Observé desde lo alto mi oscuro teatro y comprendí que el telón siempre había estado bajado; nunca hubo ninguna obra que representar, porque mi vida había sido escrita como una novela sin autor, edificada en una muralla de silencio y olvido entre mi corazón sombrío, mi familia y algunos conocidos.

A pesar de navegar por ríos de melancolía, logré imponer mi voluntad a mi dolor, iniciando el vuelo del ángel y dejando atrás a la bestia. Quebré la parálisis de mi vida al haber construido un sigiloso viacrucis de dolor y sufrimiento. En ese momento sonó en mi corazón una campana despertándome de ese letargo de muerte, donde los pensamientos que me habitaban estaban en perpetuo diálogo y en dramático desacuerdo. La vibración de la campana se quedó impresa en mi alma y como un observador miniaturista observé las carencias de mi vida fugitiva.

Esas palabras “para dejar huella debes de ser Hombre” me devolvieron a la vida, a la libertad, al mundo de las quimeras y sueños, a conversar con almas sencillas, aprendiendo a saborear caminatas y reflexiones serenas, a disfrutar de una calma antes nunca insospechada. Así surgió el cosquilleo del conocimiento de estar vivo, cuya finalidad es cultivar el camino con semillas de sabiduría para que florezca el saber universal de la vida. Descubrí la esperanza ante la desesperación.

Mi carencia de amar fue sustituida por amor que como un meteorito incandescente atravesó mi alma, cuando me encontré cara a cara con mi hijo, sus ojos lagrimosos llenos de dulzura y perdón me devolvieron mi sueño más profundo, amar y ser amado. Ahora sé que la huella que toda persona debe dejar es sentir el amor, porque no hay alegría más grande que amar. La esperanza nos salva y la alegría y el amor se unen en ese punto entre el crepúsculo y el mar para que hagas lo que hagas siempre podamos encontrar la paz.

 

Exijo mi derecho a VIVIR

Exijo mi derecho a VIVIR

La Humanidad está sufriendo un cambio profundo a una velocidad vertiginosa, lo que muchas veces produce confusión y destrucción; los conflictos armados son cada vez más cruentos. Las relaciones humanas se hacen más y más frecuentes a través de un ordenador, lo que provoca, en algunas ocasiones, que nos escudemos detrás de una pantalla, creando un personaje ficticio que no tiene nada que ver con la realidad. Hemos dejado a un lado el sentimiento humano de sentir una mirada llena de ternura o una caricia llena de pasión. Nos hemos conformado con una pantalla sin alma.

El mundo virtual nos bombardea y manipula, nos imponen reglas, normas, nos dicen cómo tenemos que vivir, qué comer, cómo vestir, qué creer, si no seguimos los cánones previstos no estamos dentro de la norma —la diferencia sigue molestando, somos marionetas articuladas movidas por los más fuertes tanto del poder político, social, financiero como religioso—.

En la actualidad, en muchos países, se reproduce una y otra vez el mismo escenario atroz y cruel.  Muchas personas siguen viviendo desde hace años en la muerte, en la miseria, en la injusticia, y los responsables de esas barbaries siguen jugando con sus discursos vacíos, llegando a compromisos ficticios, porque buscan sus propios beneficios sin importarles las atrocidades que están infligiendo. Es fácil crear guerras y posturas hostiles cuando sus familias y sus amigos están a salvo en sus torres de marfil.

Muchas voces ahogadas en su grito de horror se preguntan en silencio, ¿por qué no tengo derecho a vivir?, ¿qué hemos hecho mis hijos, mi familia para morir de hambre o por balas que nos arrebatan la vida sin saber por qué?

La voz de la humanidad se alza de nuevo exigiendo el derecho a vivir.  Todas las víctimas tienen que ser recordadas porque han sido injustamente castigadas y juzgadas. El dolor de las masacres está impreso en el aire de la Naturaleza que respira la Humanidad.  Estos crímenes de guerra deben ser castigados, la justicia es un derecho de todo ser humano y debe ser igual para todos.

 

Déjà vu

Déjà vu

¡Qué agotador es caminar por caminos sin rumbo ni dirección! Se gana cansancio y frustración y se pierde la vida, ensimismado en mis pensamientos, caminaba cuando, en un punto alejado del camino, divisé un viejo e imponente olivo, cuando me acerqué su figura mágica, me ofreció su sombra. Me senté y al sentir la tierra fui consciente de mi propio cansancio y me dormí. Fue un sueño reparador, cuando me desperté un perro me observaba moviendo su cola. No hacía ningún ruido y le agradecí su silencio con una caricia. Nos miramos y comprendí que seríamos compañeros.

Cuando me levanté él también lo hizo, tiró del pantalón para hacerme comprender que teníamos que coger un sendero más pequeño que yo no había visto. No había ni un alma y le pregunté a mi “compañero” que así se llamaba el perro —¿a dónde vamos?—, por respuesta dos ladridos, movía la cola y siguió caminando. Llegamos a un claro donde había un pequeño arroyo, nos sentamos a descansar y a refrescarnos; —sentía una extraña sensación de bienestar y exaltación, sensación de saber que estoy donde debo estar y hago lo que tengo que hacer—.

Continuamos caminando y llegamos a un pequeño pueblo de casas de piedras y viejas vigas de madera. Entramos en una pequeña pensión para pasar la noche. Mi compañero, movía el rabo sin parar porque le gustaba el lugar. Al día siguiente, nos pusimos en marcha temprano y mi amigo me guío de nuevo fuera del camino; —me sentía bien, dejándome guiar, incluso me gustaba, era una nueva sensación, —me vinieron escenas de mi vida cuando aún tenía familia y era dueño de mi empresa; perdí todo a causa de mi violencia y despotismo lo que me llevó a este camino sin rumbo, transformando mi piel en hiel—.  El aire cambió y sentí el olor marino; a medida que nos acercábamos empezamos a oír el rugido del océano. Desde el acantilado la vista era espectacular, —la danza infinita de las olas llenaban el aire con esa mágica composición que solo la bravura del océano en todo su esplendor puede crear.   Esa danza nos daba la bienvenida invitándonos a acercarnos. Bajamos por un camino escarpado hasta la playa, y encallada entre las rocas encontramos una vieja barca. Decidimos que nos quedaríamos un tiempo, teníamos todo lo necesario. Nos sentamos a ver el atardecer y a medida que avanzaba la tarde y el sol se vestía de color azafrán, sentí que el ciclo de la vida era infinito: amanecer / atardecer, nacimiento / muerte. La vía láctea brilló con todo su esplendor, trazando el camino de millones de brillantes estrellas y observando ese camino me quedé dormido.

Mi llanto fue el saludo al mundo; pero al sentir los brazos de mi madre que me acogían con profundo amor y delicadeza y me daban la bienvenida a este maravilloso planeta, me calmé; su mirada llenó mi corazón de amor y gratitud. Mi pequeño cuerpo aún guardaba las memorias de un viaje por el infinito universo. Oía un eco lejano: “venís solos y solos os vais, pero recuerda que no estás solo en la vida porque todos formáis el camino de las estrellas”.

Durante muchos años, tuve un sueño recurrente: “caminaba perdido y sin rumbo por caminos solitarios porque mi avaricia y violencia hicieron que perdiera todo lo que tenía, familia y empresa. Tenía un perro por compañero que siempre estaba contento y me guiaba por estrechos senderos hasta que llegamos al mar y yo me dormí mirando el camino de las estrellas”.

Cuando terminé la universidad monté mi empresa de reparación de barcos y me casé. Como cualquier relación tuvimos algunos altibajos, y, uno de ellos derivó en una crisis profunda, mi egocentrismo y despotismo tuvieron consecuencias huracanadas de destrozo y desolación. Me dolía el corazón al ver el daño causado por la violencia de mis palabras y el miedo a perder todo; el sueño recurrente se volvió un escenario vivo. Era un “déjà vu”, reconocí mi destino; en ese momento, comprendí que la vida nos enseña lecciones para no repetir nuestros errores.

ooOoo

“Déjà vu”, son percepciones e intuiciones que se nos muestran a través de sueños, de vivencias… Quien no ha sentido ese “lo conozco, me es familiar, parece que nos conocemos de toda la vida…”; hay lugares, momentos, personas que reconocemos sin saber por qué. El “déjà vu”, está ahí para ayudarnos a recordar que nuestras historias están entrelazadas, no hay tiempo ni espacio, por lo tanto, no hay pasado ni futuro, solo existe el presente porque todos formamos parte del Alma del universo y estamos en continuo movimiento.

(Dibujo Lorena Ursell. “La Naturaleza Sagrada del Ser Humano”).

 

El poder de la sonrisa

El poder de la sonrisa

El violín está para ser tocado —para que sus cuerdas vibren y creen música que nos eleve y nos haga vibrar nuestras fibras más sensibles—, no para ser observado. Así, la vida debe ser vivida como actores principales para dejar una estela de colores y no verla pasar desde el patio de los espectadores.

En la vida existe muchas realidades diferentes, y, una de ellas es la que viven los seres humanos discapacitados que poseen el poder de la sonrisa; padres, hermanos, amigos cogen las manos de sus seres queridos con una ternura sin igual, guardando en su corazón un dolor silencioso y al mismo tiempo un amor infinito que solo se ve a través de sus ojos.

Muchas personas debido a su discapacidad viven en centros especializados donde personas amables y generosas hacen que sus días sean alegres, llenando el aire de amor y risas. Hoy es un día especial de fiesta para todos, la música de los violines suena y llena el aire de risas. Bailes acompañados de gritos de alegría y palmas, el ambiente se llena de abrazos de ternura.

Hombres/niños, mujeres/niñas, miradas llenas de amor, de compasión, de secretos, de amistad entre personas que pertenecen a ese universo especial cuyos corazones tiernos palpitan al sonido del violín. Personas vivas, cargadas de energía que hacen vibrar la cuerda sensible de otras personas ajenas a esa realidad. He sido testigo de una manifestación de amor profundo entre hermanos, amigos, padres e hijos, donde mis lágrimas han brotado de alegría y tristeza. Me ha conmovido ver a un padre que con ternura infinita cogía las manos de su hijo que no veía, ni hablaba ni oía, pero él sabía que esa mano era de su padre que le quería. Hermanos unidos a través de ese amor fraternal, de orgullo que, aunque discapacitado completamente, el beso y la mano de su hermana que le guiaba llenaba de felicidad su cara.

Recibí una gran lección esa tarde festiva donde la música de los violines llenaba el aire de notas que hicieron vibrar mi corazón; la sonrisa y los abrazos de esos mágicos momentos me llenaron de gratitud y humildad. Estas lecciones son las que nos ayudan a crecer y a cambiar la vanidad por humildad y el egoísmo por solidaridad. A esa otra realidad de la vida debemos abrir nuestros corazones y ver que no somos la élite de los seres humanos. Hay una realidad en la vida más poderosa que cualquier otra cosa y es el poder de la sonrisa.

(Dibujo Lorena Ursell, “La Naturaleza Sagrada del Ser Humano”).