La serenidad es un sentimiento que se adquiere cuando nos esforzamos por hacer el Bien —vivir con dignidad frente a nosotros y a los demás, vivir con generosidad, con orden y con justicia—, así, todo a nuestro alrededor florecerá. En cambio, cuando nos alejamos de la serenidad, entramos en el campo de batalla de la confusión, la violencia y el conflicto.

Hay que recordar en dos líneas de dónde proviene la causa del alejamiento del Bien. La razón y la ciencia hicieron huir a los dioses en el siglo XVII y se culminó con la revolución francesa en el siglo XVIII, al colocar en el pedestal a la diosa razón —momentos de terror, barbarie e irracionalidad—. Momentos oscuros que, como paradoja, se denominan “iluminación”. Como contrapartida a esas situaciones terroríficas que tocaron a toda Europa, surgió, entre otros, el movimiento Romántico del siglo XVIII/XIX, cuya mirada se volvió hacia la antigüedad, a los dioses, a los héroes, a las tradiciones para salir de esa oscuridad que había elevado a la razón como ser supremo.

Estos románticos nacieron como reacción al racionalismo y se volvieron hacia Grecia, Roma, Edad Media, se hicieron las grandes peguntas de antaño sobre el ser humano, buscaron la estética, la belleza, afloraron los sentimientos, las emociones —al ser partes esenciales del ser humano—, cuya expresión se plasmó en el arte, la literatura, la música. Estos románticos sentían melancolía del pasado, donde los “dioses” se codeaban con los hombres.  Lo invisible volvía a formar parte de lo visible.

En la actualidad, creemos que lo antiguo es obsoleto, y que ahora somos los más inteligentes con tanto progreso y globalización, pero en mi opinión no lo somos y estamos muy lejos de acercarnos a esa Belleza del Bien; en cambio, somos marionetas guiadas por personajes que no desean que reflexionemos por nosotros mismos, nos hacen creer que somos libres, pero no lo somos, aunque vivamos en nuestro confort, estamos controlados por todos los artilugios tecnológicos. Sin embargo, hay millones de personas que sobreviven bajo la crueldad de unos cuantos que airean sus atrocidades en banderas. Los conflictos armados actuales son hordas de criminales que destruyen a seres humanos para conseguir un trozo de tierra, o por alcanzar más control social. Vivimos en el inframundo de los seres oscuros, un lugar frío y feo, alejado de los dioses y de la Belleza.

Otro punto importante es la homogeneidad como denominador común, y cuanto más iguales somos, más nos adormecemos y nos robotizamos. Sabemos que el precio a pagar por la diferencia es el aislamiento. La historia de la humanidad está para conocerla y tratar de no cometer los mismos errores una y otra vez: miles de años de guerras, millones de personas muertas y millones de víctimas. Vivimos en una época de “progreso tecnológico y científico”, pero seguimos actuando como chusmas terroríficas.

Cambiar este panorama es labor de todos, alzando nuestra voz junto con la de los dioses que, a través de las palabras del alma, nos dicen que el Bien es el mayor valor de la Vida que tenemos para que todos podamos vivir en paz. La Humanidad es un ente vivo cuya diversidad y mestizaje nos maravillan si somos capaces de abrir los ojos a la Belleza; no podemos privar a nadie de sus creencias y culturas.

Tal vez deberíamos hacer como los Románticos, romper con esa “manipulación” y volver la mirada hacia el Bien y la Belleza que nos traen serenidad.

La NO VIOLENCIA es la herramienta que vence a la violencia. Hagamos el silencio para escuchar la voz de nuestra alma que nos permite sentir seguridad que es la base de vuestro bienestar, la serenidad.

La esperanza nos dice que la luz siempre penetra la oscuridad.

(Foto privada. “La Punta del Hidalgo”, Tenerife)