Fuerza de libertad frente a la arrogancia cobarde en este terrible escenario

Fuerza de libertad frente a la arrogancia cobarde en este terrible escenario

La arrogancia es peligrosa y somete con amenazas a la gente a través del miedo; nos postramos ante ella porque nos sentimos débiles, frágiles, indefensos ante las consecuencias. Sin embargo, los países amenazados deben unirse para hacer un frente común de fuerza a esas amenazas.

Echando una mirada al pasado y al presente, observamos que la puerta de la libertad sigue en pie. La puerta de la libertad —vida, paz, compasión, amabilidad, dignidad y respeto— está construida por los deseos más profundos de los seres humanos que buscan el bienestar general. Esta puerta es indestructible pese a los ataques de los nuevos gobiernos totalitarios, donde el diálogo político no existe y se aterroriza a la sociedad. La soberbia y la crueldad ganan batallas inmediatas, pero la libertad siempre saldrá victoriosa al final, porque la fuerza del espíritu que cada ser humano posee es más poderosa, pues es fuente de vida.

En este mundo globalizado, los gobiernos arrogantes tienen por objetivo unificar en una sola regencia el poder del planeta y esto se consigue anulando la libertad y la dignidad de los seres humanos.

Ante las atrocidades a las que asistimos, no podemos ser indiferentes; debemos alzar la voz por aquellas personas que no pueden y por nosotros mismos; es intolerable estas matanzas que hay en todos los continentes del mundo. Nos dirigimos hacia el abismo, hacia un mundo de estatuas de barro.

Los gobernantes poderosos creen que tienen el derecho de arrebatar vidas y de anexionar territorios porque su política expansionista y absolutista lo dice; no olvidemos cuál es su objetivo. Un ejemplo lo tenemos con la IA, recordemos que detrás de ella hay humanos que todo desean controlar. Nuestra identidad profunda, nuestra libertad y libre pensamiento se están enterrando en subsuelos de rejas para que nuestra conciencia permanezca dominada. Estos tiranos ignorantes no saben que la libertad y la conciencia vuelan, porque son la fuerza de vida en el universo y en la tierra, y jamás serán dominadas.

En estos momentos, el poder del materialismo ha desbancado al poder humanitario, a los derechos civiles, a los derechos internacionales, a los compromisos de paz. Estos autócratas se creen intocables; sin embargo, la puerta de la libertad cada día se hace más grande porque los partidarios de la NO VIOLENCIA tocan los corazones sensibles de los humanos que luchan por la paz y cuyo eco hace vibrar a otros corazones.

El grito de sí a la vida, sí a la paz, sí a la convivencia, sí a las culturas, sí a la humanidad, es el grito de la humanidad unida, contra el terrible sinsentido de nuestro actual escenario. Si perdemos nuestra humanidad y valores, perderemos el sentido y el control de nuestra vida, para entregarlo a los devoradores de libertad, que violentan las leyes según les plazca, aniquilando culturas, tradiciones, conocimiento y saber para someternos bajo la bandera unicolor, el poder planetario.

Vivimos en un planeta precioso donde todos cabemos, cada uno con su cultura, su tradición, su forma de pensar. Somos una humanidad múltiple, diversa y esa es nuestra riqueza. Tenemos que alzar la voz de la NO VIOLENCIA para recuperar el orden, la vida, la dignidad, la libertad.

La voz de los silenciados vuelve a oírse con más fuerza; no se permitirá aniquilar a más pueblos, culturas, tradiciones para obtener más poder y control. Los que esculpen al monstruo de mil cabezas para destruir el planeta y a la humanidad deben saber que al final serán ellos los devorados.

El planeta no puede poseerse, forma parte del universo y seguirá así eternamente; en cambio, el ser humano pertenece a la tierra, es efímero, frágil y con una corta vida, y a la hora de partir no se llevará ni su nombre.

Pacifiquemos las relaciones entre los humanos para entrar por la puerta de la libertad junto a los partidarios de la NO VIOLENCIA y mejorar nuestra vida, creando nuevos escenarios de paz.

 

Se fueron los dioses y llegaron los conflictos

Se fueron los dioses y llegaron los conflictos

La serenidad es un sentimiento que se adquiere cuando nos esforzamos por hacer el Bien —vivir con dignidad frente a nosotros y a los demás, vivir con generosidad, con orden y con justicia—, así, todo a nuestro alrededor florecerá. En cambio, cuando nos alejamos de la serenidad, entramos en el campo de batalla de la confusión, la violencia y el conflicto.

Hay que recordar en dos líneas de dónde proviene la causa del alejamiento del Bien. La razón y la ciencia hicieron huir a los dioses en el siglo XVII y se culminó con la revolución francesa en el siglo XVIII, al colocar en el pedestal a la diosa razón —momentos de terror, barbarie e irracionalidad—. Momentos oscuros que, como paradoja, se denominan “iluminación”. Como contrapartida a esas situaciones terroríficas que tocaron a toda Europa, surgió, entre otros, el movimiento Romántico del siglo XVIII/XIX, cuya mirada se volvió hacia la antigüedad, a los dioses, a los héroes, a las tradiciones para salir de esa oscuridad que había elevado a la razón como ser supremo.

Estos románticos nacieron como reacción al racionalismo y se volvieron hacia Grecia, Roma, Edad Media, se hicieron las grandes peguntas de antaño sobre el ser humano, buscaron la estética, la belleza, afloraron los sentimientos, las emociones —al ser partes esenciales del ser humano—, cuya expresión se plasmó en el arte, la literatura, la música. Estos románticos sentían melancolía del pasado, donde los “dioses” se codeaban con los hombres.  Lo invisible volvía a formar parte de lo visible.

En la actualidad, creemos que lo antiguo es obsoleto, y que ahora somos los más inteligentes con tanto progreso y globalización, pero en mi opinión no lo somos y estamos muy lejos de acercarnos a esa Belleza del Bien; en cambio, somos marionetas guiadas por personajes que no desean que reflexionemos por nosotros mismos, nos hacen creer que somos libres, pero no lo somos, aunque vivamos en nuestro confort, estamos controlados por todos los artilugios tecnológicos. Sin embargo, hay millones de personas que sobreviven bajo la crueldad de unos cuantos que airean sus atrocidades en banderas. Los conflictos armados actuales son hordas de criminales que destruyen a seres humanos para conseguir un trozo de tierra, o por alcanzar más control social. Vivimos en el inframundo de los seres oscuros, un lugar frío y feo, alejado de los dioses y de la Belleza.

Otro punto importante es la homogeneidad como denominador común, y cuanto más iguales somos, más nos adormecemos y nos robotizamos. Sabemos que el precio a pagar por la diferencia es el aislamiento. La historia de la humanidad está para conocerla y tratar de no cometer los mismos errores una y otra vez: miles de años de guerras, millones de personas muertas y millones de víctimas. Vivimos en una época de “progreso tecnológico y científico”, pero seguimos actuando como chusmas terroríficas.

Cambiar este panorama es labor de todos, alzando nuestra voz junto con la de los dioses que, a través de las palabras del alma, nos dicen que el Bien es el mayor valor de la Vida que tenemos para que todos podamos vivir en paz. La Humanidad es un ente vivo cuya diversidad y mestizaje nos maravillan si somos capaces de abrir los ojos a la Belleza; no podemos privar a nadie de sus creencias y culturas.

Tal vez deberíamos hacer como los Románticos, romper con esa “manipulación” y volver la mirada hacia el Bien y la Belleza que nos traen serenidad.

La NO VIOLENCIA es la herramienta que vence a la violencia. Hagamos el silencio para escuchar la voz de nuestra alma que nos permite sentir seguridad que es la base de vuestro bienestar, la serenidad.

La esperanza nos dice que la luz siempre penetra la oscuridad.

(Foto privada. “La Punta del Hidalgo”, Tenerife)

Gaia, bosque universal sagrado

Gaia, bosque universal sagrado

La Naturaleza está formada por células de materia que corresponden a la vida terrestre, al igual que los seres vivos que la habitan, incluidos los seres humanos. Sin embargo, toda fuente de Vida proviene de la energía vital del Alma; sin esa energía vital, nada existiría. La Naturaleza es, pues, un ser vivo que interacciona con todos sus habitantes.

Oigo y siento, en lo más profundo de mi ser, el lenguaje universal de la Naturaleza. Mi consejero y amigo, el “Roble”, mi árbol sagrado, que tanto me ayudó y me sigue ayudando, me enseñó que la Naturaleza es alegría, que debía abrir mi corazón para poder oír sus palabras y melodías y ver y sentir la esencia de la belleza en sus colores y fragancias. Desde mi encuentro con él, hace varias décadas, mi vida cambió profundamente y el amor por la Naturaleza y la Vida creció abriéndome a nuevos horizontes. Me gustaría compartir parte de esas enseñanzas y vivencias para que seamos conscientes del lugar en que vivimos y de los compañeros que tenemos.

Como sabemos, el ser humano es el intermediario entre el cielo y la tierra, así como los árboles, gigantes verticales, que absorben la energía solar y la transmiten al mundo subterráneo para su alquimia y hacer brotar las semillas. El mundo subterráneo es un lugar mágico donde miles de animales fertilizan a la tierra y las raíces de todos los vegetales se comunican, se ayudan y guardan su memoria para renacer continuamente según sus ciclos naturales.

En la antigüedad, el humano y la naturaleza formaban la Unidad. Nuestros ancestros tenían un gran conocimiento de las leyes universales y vivían conforme a ellas.  Hoy en día, el ser humano se ha distanciado de la Naturaleza, de sus leyes naturales y la ve como algo separado, por este motivo no vemos la excelencia de otros pueblos, y esa diferencia nos produce confusión al vivir en las apariencias de la vida social, cuando en realidad esa Unidad es un tesoro que palpita en nuestro interior.

Los bosques han estado en la tierra desde hace millones de años y los seres humanos que la habitaban vivían en armonía con ellos y sus habitantes. Nuestros ancestros sabían que la Naturaleza es una inteligencia colectiva, que todo está unido porque todo procede de la misma energía, aunque todo lo manifestado sea diverso y múltiple. Para comprender esta enseñanza tenemos que unir y no dividir. No podemos seguir destruyendo nuestro medio de vida porque destruimos nuestras vidas.

Estos bosques primigenios enseñaron a los humanos sus secretos, se establecieron lazos de cooperación, amistad, respeto, conocían la magia de sus espíritus y guías, ya que interactuaban para establecer la armonía. Conocían el lenguaje universal de la Tierra, la existencia de los mundos invisibles y visibles; subterráneos y manifestados; por ello conocían los ciclos de la naturaleza, ese movimiento vivo que es renacer continuamente. Los autóctonos de todos los países del mundo saben que el bosque sagrado de la Naturaleza es fuente de Vida, medicina sagrada para todo aquel que lo necesite y lugar de descanso de todos sus habitantes.

En nuestro mundo actual observamos la vida desde una pequeña perspectiva, investigamos en nuestros cuerpos biológicos desde la muerte, no tenemos en cuenta la fuerza vital de la Vida. Nos hemos alejado tanto de las leyes naturales de la Naturaleza que hemos olvidado que somos parte integrante de la Energía Universal creadora porque somos seres de luz y humanos, espíritu y materia.

Gaia es un lugar sagrado y contiene la energía vital necesaria para crear vida. Solo hay que abrir el corazón para sentir esta energía universal. Estos bosques sagrados se encuentran por todo el planeta y no pertenecen a ningún pueblo o raza porque son nuestra herencia sagrada. Cada país, cada cultura aporta su sabiduría, de ahí la importancia de respetar a todo y a todos.

El lenguaje universal de la concordia forma parte de nosotros y de nuestros ancestros, de los bosques, de Gaia y del cosmos. Todo en el cosmos interactúa con la Naturaleza, ya que es tierra ancestral y su energía proviene del Alma creadora.

La Vida de Gaia, nuestro querido planeta, habla con silencios musicales para que nuestra vida sea alegre y nos unamos a ese árbol vertical que solo espera un abrazo para ayudarnos a comprender y a elevarnos.

(Dibujo Lorena Ursell. Libro «Biografía de mi Alma»)

El arte de la alquimia mística

El arte de la alquimia mística

Somos hijos de la tierra y del cielo estrellado; por lo tanto, somos artesanos alfareros de nuestra obra.

La desventura, la humillación, la manipulación producen un dolor profundo que deja una huella para siempre si no sabemos sanarla desde su esencia, para ello es necesario atravesar el abismo entre la discordia y la armonía.

La vida comienza con caminos de esperanzas que van cambiando o no, de acuerdo a nuestros pasos; llegado el momento, los recuerdos de esa vida, que son un baremo de nuestras vivencias, nos harán tomar conciencia de nuestras decisiones, porque somos capaces de elegir entre el bien y mal en nuestro corazón.

La alquimia trabaja en profunda correspondencia con la mística para ennoblecer a la humanidad, uniendo el alma humana con el alma suprema del universo. El profundo deseo de saber nos lleva a realizar el máximo esfuerzo, antes de juzgar lo que desconocemos, debemos estudiar e investigar para comprender que la Sabiduría nos enseña que el corazón es libre y debemos encontrar el coraje para seguirlo, solo bebiendo de ella seremos conscientes de que la naturaleza en toda su gran dimensión es un ser vivo, que todo está en correspondencia (emociones con colores, planetas con metales —el sol con el oro, la luna con la plata…–); comprendiendo la interdependencia universal asumiremos nuestro rol en la tierra con tolerancia, respeto y compasión.

La mística es el camino espiritual que conduce al ser humano a la unión íntima con lo sagrado, a través de nuestro interior —somos maestros y discípulos, a la vez—, lo que nos permite trascender lo irracional; comprender que somos espíritu y materia. El espíritu se encuentra en cada lugar, cosa y en cada gesto, pues es la fuerza esencia que ES, materializándose en nuestro cuerpo para que podamos vivir, existir y ser; llegado el momento, la materia, también, se espiritualiza para comenzar conscientemente el camino vertical hacia los recuerdos primigenios. Esta energía, si no la sentimos y experimentamos, está fuera del razonamiento humano.

La alquimia es universal, ha estado presente en todas las civilizaciones antiguas —India, Egipto, Persia, China, Grecia antigua…—, es decir, es tan antigua como el ser humano.  Los antiguos alquimistas dejaron símbolos, imágenes para que otras personas pudieran comprender y descodificar esos “códigos”, ya que esos símbolos tocaban algo universal en su interior y abrían puertas en su mente, por ejemplo, la unión del sol y la luna como ejes de la vida. También esos alquimistas comprendieron que la naturaleza es una fuerza viva que contiene todo el conocimiento terrestre, pues sin ella nada existiría, ni siquiera nosotros, sin embargo, para adentrarnos en esa sabiduría hay que respetar sus leyes naturales (observarlas, conocerlas, comprenderlas) para que sus misterios nos sean revelados.

La mística y la alquimia se unen para realizar la transmutación (cambio de conciencia) en el corazón/atanor, donde los contrarios se disuelven y se crea el nuevo embrión de nuestro ser. De ahí la importancia de la alquimia en nuestra vida.  Lo sagrado no puede disociarse de la conciencia humana porque forma parte de su constitución, es un elemento de su estructura. Lo sagrado nos lleva a desvelar el misterio del hombre universal. Lo sagrado es lo que da sentido a nuestra vida; somos conscientes de por qué hacemos las cosas.

Cuando Carl Jung descubrió la alquimia, la consideró vital para conocer y transmutar la psicología de las profundidades.

“El yo es el centro de la conciencia, isla, (mundo conocido) que existe en el océano inconsciente (mundo desconocido), sede del Ser. El objetivo de cada ser humano es llegar a la individuación, ser indivisible, unidad.

Jung marcó cuatro etapas que debemos recorrer para llegar al Ser: 

Primera. Es la etapa de la confusión, de lo que no aceptamos, de lo que negamos. Nuestro yo se enfrenta a sus sombras.

Segunda. Es la fase de la correspondencia, todo está entrelazado. Asumimos, aceptamos, observamos sin juicios nuestras sombras. Es la etapa de la purificación. Es aquí cuando nos volvemos más seguros de nosotros mismos, empezamos a tener consciencia de nuestra isla y de nuestro océano. Empezamos a cambiar nuestra actitud.

Tercera. Encuentro con los arquetipos del subconsciente. El hombre posee parte femenina (Anima) y la mujer parte masculina (Animus). Uniendo a los contrarios nos elevamos como seres completos, sin discriminación. Aceptando que somos un todo, nos abrimos a una energía más sutil.

Cuarta. Es la unión del Ser con la Luz. Ser un humano universal que trasciende culturas, civilizaciones, tiempo/espacio”.

La mística y la alquimia nos llevan a la búsqueda de lo Absoluto. La bondad en el corazón es necesaria para iniciar el proceso en el atanor, horno alquímico. Estas pinceladas que he expuesto, son para que podamos comprender el proceso que se repetirá a lo largo de nuestra vida, una y otra vez, a medida que vayamos avanzando y evolucionando en nuestra conciencia.

El ser humano que busca conocerse es porque siente nostalgia de su Ser (aunque sea inconscientemente), se esfuerza por encontrar el sentido de su vida, y aunque su confusión y dolor lo hagan caer cientos de veces, su deseo de saber se fortifica para seguir su búsqueda; es vital conocer la intención de nuestros actos.

En nuestros días hemos dado la espalda a nuestra isla y océano, conciencia e inconsciencia, lo que nos genera confusión, malestar, violencia, ira al alejarnos de la unidad porque nos identificamos a las máscaras de las apariencias, estamos tan absortos en nuestro pequeño ego que creemos que somos más inteligentes e importantes que la naturaleza, cuando en realidad debemos ser humildes ante ella.

La mística y la alquimia espiritual se revelan a través de imágenes, símbolos para que podamos entender como humanos su significado, que no son fantasías imaginativas. Ambas ciencias se experimentan en nuestro interior y están envueltas en secretos, misterios que hay que investigar y descubrir para comprender que es en la unión de los contrarios cuando se engendra el embrión de la Unidad.

Realizar el arte de la alquimia mística como símbolo y conexión entre lo terrestre y celeste y viceversa, nos lleva a construir el puente que une el alma humana al alma suprema del universo, pues, somos hijos de la tierra y del cielo estrellado.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La Ley no es Justicia

La Ley no es Justicia

La ley creada por los seres humanos debe estar sujeta a la Ley Universal del Orden, donde se unen los opuestos, vulgar y superior, solo así la Justicia podrá ser impartida por nobles personas cuyo discernimiento trascienda su mente y sus emociones humanas, así la Justicia abrazará esa Luz universal que todo impregna en su omnipresencia. En caso contrario, la ley creada por humanos sin escrúpulos ahogará a la justicia en el lodo de la corrupción, de la codicia y de la miseria humana. 

Cicerón, decía: “La Ley no ha sido establecida por el ingenio de los hombres, ni por el mandato de los pueblos, sino que es algo eterno que rige el universo con sabiduría del imperar y del prohibir”.

La Justicia indica cómo debemos comportarnos con los demás, siguiendo una Ley universal que es “no hacer a los demás lo que no quieras que te hagan” y esto es cumplir con nuestro deber y responsabilidad; la justicia es dar a cada uno lo que le corresponda, que todo esté en su lugar. Como decía Marco Aurelio: “la recompensa de una buena acción es haberla hecho”.

El ser humano cuando ama, respeta y vive de acuerdo con las leyes de la Naturaleza es un sol que irradia luz; el ser humano que no ama ni respeta vive en la ignorancia de los caprichos, sin puntos de referencia para evitar la violencia. 

El ser humano se caracteriza por el entendimiento del Orden Superior porque somos seres inteligentes, aunque hay humanos que no saben que poseen ese entendimiento o lo ignoran. Cuando sometemos nuestra mente a la ignorancia, al caos, al desorden, estos emergen de forma violenta y nuestra razón se hace incompetente para tomar correctas decisiones al alejarse del orden y caer en el desorden. Cicerón decía: “La fuerza es el derecho de las bestias”. Los que no controlan sus palabras ni actos, no controlan su mente.   “Es igual de peligroso dar una espada a un loco que el poder a un depravado”. Pitágoras

Como decían los presocráticos, “la polis” es el mesocosmos, mundo intermediario entre el macrocosmos (universo) y el microcosmos (humano). De esta forma, “la polis” recibe a ambas fuerzas —orden superior y orden humano—. Por eso, los antiguos sabios lucharon por instaurar la Justicia, como virtud, enseñando a los ciudadanos a pensar por sí mismos, elevando sus pensamientos para vencer la ignorancia que provoca la injusticia; los educaban en el Bien, como esencia superior. El orden en “la polis” necesita sabiduría, coraje, templanza, justicia y estas virtudes se desarrollan con equilibrio, discernimiento, responsabilidad y conocimiento.

Marco Aurelio nos dejó otro pensamiento: “Si el mundo apareciera ante nuestra mirada opaca y sin alegría, es nuestro deber iluminarlo y darle vida… La Luz siempre proviene del alma”.

Hay que temer a la injusticia, da igual la máscara o la etiqueta que lleve, porque solo produce dolor, miseria y caos y conduce a los seres humanos por senderos áridos; la injusticia les ha robado su fuerza vital, la libertad, al haberles arrancado sus derechos humanos.

Para que la Justicia triunfe hay que aprender a leer en el libro de la vida con sabiduría, lucidez, humildad y respeto, sin fantasías ni espejismos. La Justicia es el alma invicta donde yace el honor, la lealtad y los valores humanos que nos permiten ser dueños de nuestras vidas. La Justicia trae paz y es la llama risueña de una lámpara que desafía con su luz a las tinieblas, mejorando la vida de la Humanidad, dejando a un lado las impertinencias y opiniones sin sentido, la codicia y las ambiciones que traen consigo el poder sin sabiduría.

Leyendo el libro de la vida, aprendemos los valores morales y espirituales. Aceptando la pluralidad y las diferencias, aprendemos a ser los artesanos de nuestra vida, a tener el sentido honesto del deber y a armonizar los opuestos.

La Ley no es Justicia. Ambas pertenecen a las Leyes Universales y están entrelazadas. Los humanos las hemos separado y convertido en herramientas de control y miseria.

Para que la Ley y la Justicia vuelvan a brillar, debemos unirlas en su Esencia y devolverles todo su esplendor a través del Logos que todos poseemos.

La «Verdad» se encuentra en el deseo de saber quién soy

La «Verdad» se encuentra en el deseo de saber quién soy

Buscar la “Verdad” implica iniciar el viaje hacia algo superior, sublime, el AMOR. El AMOR es la esencia de quienes somos, por eso es importante trascender la manifestación de nuestra existencia para observar la otra realidad, el Ser. El Ser forma parte de la energía primigenia que siempre ES, el presente.

Comenzar este viaje de autoconocimiento es empezar a caminar por un sendero de álamos dorados y flores abiertas para que su perfume invada el aire y el canto de los pájaros cambien nuestro rostro sombrío por alegría. Este viaje necesita que llevemos dentro de nosotros el coraje, la fuerza, el entusiasmo, la prudencia y la voluntad para ir sorteando los diferentes obstáculos necesarios para fortalecernos e ir comprendiendo nuestra vida y el mundo, todo está entrelazado.

Vivimos en un mundo de vertiginosa rapidez, todo debe ser inmediato. Ya no existe el reflexionar pausado para observar las cosas, escuchar al otro e intentar comprender su sentir y el nuestro; cada persona lleva dentro de sí un combate que nadie conoce, por este motivo, la amabilidad y el respeto son fundamentales para el diálogo y su comprensión.

Es abrumador comprobar (si nos paramos un segundo a reflexionar) que cada ser humano es diferente, complejo y reacciona de mil maneras ante las diferentes situaciones de la vida, siempre lo hará conforme a sus propias vivencias —positivas y negativas—, y esto lo comprobamos continuamente a nuestro alrededor. Tenemos millones de ejemplos a través del planeta en los diferentes planos —político, financiero, judicial, social e individual—, por ello es vital antes de tomar una decisión conocer y tener un alto grado de responsabilidad sobre uno mismo, porque nuestras decisiones, si no son equilibradas, pueden dañar a una o a miles de personas y sus consecuencias tanto a nivel individual como global pueden ser desastrosas.

Todos somos diferentes y cada uno tiene su propia singularidad, sin embargo, queremos ser iguales, nos enfada la diferencia y es la diferencia, la nos hace ser únicos e irrepetibles y es, además, el motor de la evolución —la diferencia marca el compás de la Vida. Es la diferencia la que compone sinfonías. Es la diferencia la que hace bella la Naturaleza. Es la diferencia, el sello de la Humanidad—.

Aceptar y ser esa “diferencia” es ir al encuentro de la “Verdad”. En nuestro mundo manifestado la verdad absoluta no existe porque todo es diferente. Los antiguos filósofos (amantes de la verdad) —egipcios, chinos, japoneses, babilonios, siberianos, hindúes, griegos—, denominaban “Verdad” a la fuerza primigenia que ES (que siempre ha sido y será) y, por lo tanto, no es un concepto que podamos comprender con nuestra mente racional, debemos trascender para experimentar ese Principio Universal.

Ese anhelo de experimentar otra realidad nos pone en contacto con un ideal elevado que es imprescindible para trascender y conocer el sendero del Saber, si nos quedamos con la experiencia racional nuestros ideales estarán sujetos a apariencias, a los vaivenes de las circunstancias y son estas las que nos empujan al cruce de caminos donde tenemos que tomar una dirección si queremos avanzar o bien quedarnos donde estamos.

Cada individuo elige los materiales para esculpir su Vida.  Los que deciden ir al encuentro de la “Verdad” saben que deben aceptar la diferencia. La “Verdad” exige compromiso, autoconocimiento y esfuerzo porque es un trabajo personal e intransferible, tocamos lo más íntimo de nosotros —transformamos la desesperación en motivación, la angustia en serenidad, la ofuscación en fluidez…—, y esto se consigue cuando nos equilibramos, proceso reflexivo, pausado y tranquilo; Buda siempre hablaba del justo medio que proporciona el ánimo estable, la moderación y la prudencia.

La fuerza de la “Verdad” nos ayuda a comprender los contrarios, a observarlos y a aceptarlos porque sabemos quiénes somos, somos el Ser que siempre ES, presente. Todo forma parte de la Ley cósmica de la evolución. Buscar la “Verdad” es buscar nuestra singularidad, es vivir bajo el Principio Universal de la Armonía que todo engloba, es el camino que nos lleva a la energía de la Paz y de la Justicia. No podemos salvar a nadie y menos al mundo, pero sí podemos cambiar nuestra actitud pasiva en una actitud activa del “Bien”, así todos viviremos mejor individual y socialmente.

Si deseamos cambiar de vida es que empezamos a comprender que necesitamos algo más, sabemos que no podemos cambiar y seguir siendo los mismos, por lo tanto, tenemos que cambiar nuestra actitud para trascender nuestra vida cotidiana e ir al encuentro de la “Verdad”, y es ese deseo el que nos guiará y su impulso nos elevará hacia otra realidad.

(Foto privada)