La ley creada por los seres humanos debe estar sujeta a la Ley Universal del Orden, donde se unen los opuestos, vulgar y superior, solo así la Justicia podrá ser impartida por nobles personas cuyo discernimiento trascienda su mente y sus emociones humanas, así la Justicia abrazará esa Luz universal que todo impregna en su omnipresencia. En caso contrario, la ley creada por humanos sin escrúpulos ahogará a la justicia en el lodo de la corrupción, de la codicia y de la miseria humana.
Cicerón, decía: “La Ley no ha sido establecida por el ingenio de los hombres, ni por el mandato de los pueblos, sino que es algo eterno que rige el universo con sabiduría del imperar y del prohibir”.
La Justicia indica cómo debemos comportarnos con los demás, siguiendo una Ley universal que es “no hacer a los demás lo que no quieras que te hagan” y esto es cumplir con nuestro deber y responsabilidad; la justicia es dar a cada uno lo que le corresponda, que todo esté en su lugar. Como decía Marco Aurelio: “la recompensa de una buena acción es haberla hecho”.
El ser humano cuando ama, respeta y vive de acuerdo con las leyes de la Naturaleza es un sol que irradia luz; el ser humano que no ama ni respeta vive en la ignorancia de los caprichos, sin puntos de referencia para evitar la violencia.
El ser humano se caracteriza por el entendimiento del Orden Superior porque somos seres inteligentes, aunque hay humanos que no saben que poseen ese entendimiento o lo ignoran. Cuando sometemos nuestra mente a la ignorancia, al caos, al desorden, estos emergen de forma violenta y nuestra razón se hace incompetente para tomar correctas decisiones al alejarse del orden y caer en el desorden. Cicerón decía: “La fuerza es el derecho de las bestias”. Los que no controlan sus palabras ni actos, no controlan su mente. “Es igual de peligroso dar una espada a un loco que el poder a un depravado”. Pitágoras
Como decían los presocráticos, “la polis” es el mesocosmos, mundo intermediario entre el macrocosmos (universo) y el microcosmos (humano). De esta forma, “la polis” recibe a ambas fuerzas —orden superior y orden humano—. Por eso, los antiguos sabios lucharon por instaurar la Justicia, como virtud, enseñando a los ciudadanos a pensar por sí mismos, elevando sus pensamientos para vencer la ignorancia que provoca la injusticia; los educaban en el Bien, como esencia superior. El orden en “la polis” necesita sabiduría, coraje, templanza, justicia y estas virtudes se desarrollan con equilibrio, discernimiento, responsabilidad y conocimiento.
Marco Aurelio nos dejó otro pensamiento: “Si el mundo apareciera ante nuestra mirada opaca y sin alegría, es nuestro deber iluminarlo y darle vida… La Luz siempre proviene del alma”.
Hay que temer a la injusticia, da igual la máscara o la etiqueta que lleve, porque solo produce dolor, miseria y caos y conduce a los seres humanos por senderos áridos; la injusticia les ha robado su fuerza vital, la libertad, al haberles arrancado sus derechos humanos.
Para que la Justicia triunfe hay que aprender a leer en el libro de la vida con sabiduría, lucidez, humildad y respeto, sin fantasías ni espejismos. La Justicia es el alma invicta donde yace el honor, la lealtad y los valores humanos que nos permiten ser dueños de nuestras vidas. La Justicia trae paz y es la llama risueña de una lámpara que desafía con su luz a las tinieblas, mejorando la vida de la Humanidad, dejando a un lado las impertinencias y opiniones sin sentido, la codicia y las ambiciones que traen consigo el poder sin sabiduría.
Leyendo el libro de la vida, aprendemos los valores morales y espirituales. Aceptando la pluralidad y las diferencias, aprendemos a ser los artesanos de nuestra vida, a tener el sentido honesto del deber y a armonizar los opuestos.
La Ley no es Justicia. Ambas pertenecen a las Leyes Universales y están entrelazadas. Los humanos las hemos separado y convertido en herramientas de control y miseria.
Para que la Ley y la Justicia vuelvan a brillar, debemos unirlas en su Esencia y devolverles todo su esplendor a través del Logos que todos poseemos.