Somos dados a definir y a clasificar diferentes campos de nuestro cuerpo y ramas del conocimiento, pero nos olvidamos de lo esencial en nosotros que es el sentir. Solemos banalizar al cuerpo emocional dando prioridad a otros. Aún no hemos comprendido que somos unidad y que todo está entrelazado.

Estamos en una época donde el racionalismo es el jefe supremo, todo lo antiguo está equivocado y lo descartamos, aunque a lo largo de los siglos siempre ha habido una vuelta hacia los clásicos donde muchas verdades siguen estando envueltas en papel de seda.

Sentir es profundizar en lo más hondo del ser, tirarse de cabeza al abismo interior para descubrir su sonido y belleza. Podemos sentir la caricia del aire, la belleza de las auroras, la sensación del agua en nuestra garganta, la música, la serenidad interior y la alegría. Todo es sentir tanto a nivel exterior como interior.

Una prueba de ello lo tenemos en la Naturaleza. La naturaleza siente y crea constantemente, siempre pone a nuestra disposición las semillas de la evolución. Hay personas que son sensibles a ello y lo ven, otras no, pero no ver algo no es una prueba de su existencia.

La naturaleza es creatividad pura. Cualquier cosa que nazca en la tierra, incluido los seres vivos, se quedará en la tierra, no olvidemos que nosotros estamos hechos de sus mismos elementos. La tierra es conciencia y produce todo lo que necesita el ser vivo que en ella habita.

Sentir nos pone en contacto con nuestra imaginación y a través de la creatividad personal concebimos arte. Todos somos artistas de nuestra vida, sin embargo, solo algunos osan crear su propio camino sin miedo a los obstáculos, así su obra inspirará a otros.

El arte es la manifestación de una idea que procede del interior del ser humano que desea expresar sus sentimientos, su visión de vida, su sentir. El arte está íntimamente ligado al sentimiento de su autor.

Muchas veces los genios se forjan mediante el dolor y el sufrimiento, pero renacen de sus angustias para crear auténticas y maravillosas obras de literatura, pintura, música… Esos genios son en realidad auténticos héroes porque no han sucumbido a su abismo personal. Han sentido esa vibración que se produce en el límite interior donde se descubren las cualidades interiores —intuición, imaginación, percepción, emoción, sentimiento, pensamiento, ideas—.

Sentir es una fuerza que acompaña a los valientes porque es un continuo levantarse y caerse, pero ellos saben escuchar la música de la confianza que resuena en su alma y que como una mano invisible los ayuda a proseguir su camino sin mirar atrás.  Esa sinfonía les afecta profundamente a tal punto que cambia sus vidas para siempre.

Sentir es experimentar en nuestro universo individual —interno y externo— un sonido, un olor, una caricia, la serenidad de un paseo cerca de un lago, la belleza del canto de los pájaros, el olor a fuego de hogar, unas palabras, la armonía de una sinfonía…— y es así como experimentamos la belleza.

La idea de belleza es subjetiva, cada ser ve y siente algo que los demás no pueden, recordemos que la enseñanza no puede transmitirse de un individuo a otro. La enseñanza debe ser experimentada individualmente. La belleza existe porque sentimos una vibración sublime de un sentimiento —la retina del espectador ha guardado esa imagen al sentir cómo su alma se ha elevado y un recuerdo ha golpeado su corazón—.

Sentir calladamente para oír el silencio de la música del cosmos. Las flores y las estrellas nos hablan de sus secretos, aunque guardan sus historias para aquellos que saben que el cielo y la tierra están dentro de ellos, escuchan en el silencio la sinfonía de la alegría para que su alma baile entre el perfume de las flores diurnas y nocturnas que elevan al cielo su fragancia para celebrar con los ángeles la alegría de que otro niño del universo ha escuchado la sinfonía y desea dejar su huella.

La naturaleza con sus flores, árboles, lagos, ríos, mares, montañas, desiertos nos ofrece la libertad de ser originales, de capturar la belleza de lo que nos rodea, todo es movimiento, todo crece y evoluciona. La naturaleza es un mundo en eclosión y al mismo tiempo un mundo de ocultación, ya que la vida se genera en lo más profundo de la tierra y se manifiesta en los brotes que vemos.

Los genios y los sabios han sido seres solitarios que se encontraban en unión con la naturaleza y su observación les permitía comprender el milagro de la vida interior y exterior. Así pues, los sentidos son esenciales para iniciar el conocimiento y llegar a lo más profundo de nuestro ser. La naturaleza es nuestra maestra, nos enseña que debemos tener la cabeza en el cielo y los pies en la tierra para disfrutar plenamente de la vida.

El “cielo” es la sinfonía perfecta que se oye dentro del alma y la podemos manifestar a través de los sentimientos, emociones y acciones, dejando su impronta en notas musicales, en mármol, en lienzo, en papel o en el aire.

Vivimos en un mundo de diferentes lenguas, saberes, tradiciones, creados por la belleza del sentir individual que nos lleva a desear encontrar la verdad del conocimiento sublime.

En mi opinión, creo que Beethoven con su maravillosa novena sinfonía es un ejemplo de que sentir es pura belleza.

Himno de la alegría de la novena sinfonía de Beethoven, con el poema de Friedrich Schiller, nacido en 1759, Alemania.

¡Alegría, hermoso destello de los dioses, hija del Elíseo! / Ebrios de entusiasmo, entramos, / diosa celestial, en tu santuario. / Tu hechizo une de nuevo lo / que la acerba costumbre había separado; / todos los hombres vuelven a ser hermanos / allí donde tu suave ala se posa. / Aquel a que la suerte ha concedido / una amistad verdadera, / quien haya conquistado a una hermosa mujer, / ¡una su júbilo al nuestro! / Aún aquel que pueda llamar suya / siquiera a un alma sobre la tierra. / Más quien ni siquiera esto haya logrado, / ¡que se aleje llorando de esta hermandad! / Todos beben de alegría / en el seno de la Naturaleza. / Los buenos, los malos, / siguen su camino de rosas. / Nos dio besos y vino, / y un amigo fiel hasta la muerte; / lujuria por la vida le fue concedida al gusano / y al querubín la contemplación de Dios. / ¡Ante Dios! / Gozosos como vuelan sus soles / a través del formidable espacio celeste, / corred así, hermanos, por vuestro camino alegres / como el héroe hacia la victoria. / ¡Abrazaos millones de criaturas! / ¡Que un beso una al mundo entero! / Hermanos, sobre la bóveda estrellada / debe habitar un Padre amoroso. / ¿Os postráis, millones de criaturas? / ¿No presientes, oh mundo, a tu Creador? / Búscalo más arriba de la bóveda celeste / ¡Sobre las estrellas ha de habitar!

(Texto de Schiller, de la web)