La alquimia y el aire

La alquimia y el aire

Desde el principio de las fuentes históricas, ya sean en papiro o piedra, siempre el ser humano ha intentado responder a sus preguntas y, después de reflexionar, ha dejado su huella.

El libro más antiguo del mundo es el papiro Prisse (1900 a.n.e.) y sus variantes. Entre varias enseñanzas, otras están de Ptahhotep, de la V dinastía, que nos ha dejado normas de vida para una coexistencia pacífica y para que cuando naveguemos hacia el occidente, la pluma no pese.

Hoy en día ese manuscrito sigue estando en vigor, algunos ejemplos:

“Corrígete tú mismo y evita que otro te corrija”.

“El respetuoso prospera y el hombre recto es favorecido”.

“No seas ansioso hacia la carne en presencia de alguien codicioso. Toma cuando te dé y no lo rechaces, pues resulta que así se calmará”.

Por lo tanto, nuestra herencia no solo proviene de Grecia y Roma, sino de Egipto, la madre de las civilizaciones. Estas enseñanzas sapienciales fueron para la formación de futuros altos cargos de Egipto para que dirigieran al pueblo con respeto y sabiduría. Muchos sabios fueron a Egipto para recibir la iniciación —Ferécides, Pitágoras, Platón, Yeshua Ben Joseph…— y cuando regresaron a sus ciudades envolvieron esa sabiduría en un lenguaje popular para que la gente entendiera, pero siempre haciendo hincapié en que la virtud es fundamental en los gobernantes y ciudadanos.

La sabiduría egipcia ha sido y es una forma de vida y sus ecos resuenan en cada rincón del planeta a través de los susurros del aire, de la belleza de la naturaleza y de un corazón abierto. Esas voces de los sabios revolucionarios se siguen oyendo en la actualidad con mucha claridad y fuerza, voces que se alzan para decirnos que dejemos a un lado el conflicto para que la sabiduría pueda circular libremente por todos los horizontes.

Estos sabios siempre han hablado de la sabiduría de la naturaleza – si la observamos vemos que el universo se encuentra en el rocío de una rosa en primavera como en la escarcha de una hoja en invierno—; hablaban del orden del mundo —del equilibrio individual y social—; hablaban de filosofía y del origen de lo creado; hablaban de la importancia de saber que somos libres y dueños para realizar nuestro propio destino porque cada uno es el creador de su camino; hablaban de que los seres humanos debemos buscar nuestro bienestar mediante el respeto y el conocimiento. Pero lo más importante era hablar de la naturaleza del alma, esencia de vida. Ellos escuchaban la voz incitante de su destino, destino que cada uno había creado. Nada ha cambiado en nuestros días, seguimos generando nuestra propia senda con nuestras decisiones.

Estos seres han cambiado el mundo al abrir las puertas a otras realidades y lo han conseguido a través de su propia conexión a la conciencia, liberando su espíritu de la prisión de piedras y dogmas. Se enfrentaron al poder político y religioso de su época, volaron por encima de las ideas preconcebidas y estáticas y pagaron un alto precio.

Sus enseñanzas son rayos de luz que ni se compran ni se venden y siguen vigentes en nuestros días al traspasar las murallas levantadas por la ignorancia, el fanatismo, la crueldad. La tibieza no es tolerada, pues trae desconfianza, herramienta que cava surcos donde nace la maleza. Dependemos de nosotros mismos y no de un ego amenazado que nos induce a agarrarnos al miedo.

¿De qué sirve una vida si ignoramos el alma? El alma nos da alas para volar —esperanza para crear una vida mejor y valores para evolucionar—. No se puede delegar el poder del propio corazón en otras manos. La búsqueda de la sabiduría no es un acto de voluntad, el que busca no lo puede evitar porque es su destino, siempre va dando pasos, yendo hacia alguna parte sin llegar a ninguna. Esa búsqueda nos conduce a nuestra alma una vez rasgado los velos que nos impiden ver la luz que atraviesa las fisuras invisibles de las murallas de la ignorancia que no saben de libertad al no saber volar.

Ellos aprendieron del rumor de las hojas, de la belleza de los lagos y montañas, del vuelo de las aves, de la fuerza del rayo. Sus enseñanzas siguen viajando a través del aire y resuenan así: “ama a los demás como a ti mismo. Respeta tu vida y trátate con delicadeza. Busca en el interior tu riqueza y compártela con el exterior sin imponer nada. No hagas a los demás lo que no quieras que te hagan. Venera tu esencia cósmica como ser divino. Cada uno debe encontrar el camino hacia su propio poderío interior”.

Sus enseñanzas no son ideas o palabras huecas, son formas de vida.

Buda decía: “No creas nada, no importa donde lo has leído o quién lo dijo, no importa si lo he dicho yo, a no ser que esté de acuerdo con tu propia razón y sentido común”. Los intermediarios no son necesarios, solo el amor incondicional puede llegar a la esencia del Creador.

Nadie elude impunemente las citas que le depara su vida según las decisiones tomadas.

(Foto de “La Sabiduría de las palabras”)

Maestros revolucionarios

Maestros revolucionarios

Desde el principio de las fuentes históricas, ya sean en papiro o piedra, siempre el ser humano ha intentado responder a sus preguntas y, después de reflexionar, ha dejado su huella.

El libro más antiguo del mundo es el papiro Prisse (1900 a.n.e.) y sus variantes. Entre varias enseñanzas, otras están de Ptahhotep, de la V dinastía, que nos ha dejado normas de vida para una coexistencia pacífica y para que cuando naveguemos hacia el occidente, la pluma no pese.

Hoy en día ese manuscrito sigue estando en vigor, algunos ejemplos:

“Corrígete tú mismo y evita que otro te corrija”.

“El respetuoso prospera y el hombre recto es favorecido”.

“No seas ansioso hacia la carne en presencia de alguien codicioso. Toma cuando te dé y no lo rechaces, pues resulta que así se calmará”.

Por lo tanto, nuestra herencia no solo proviene de Grecia y Roma, sino de Egipto, la madre de las civilizaciones. Estas enseñanzas sapienciales fueron para la formación de futuros altos cargos de Egipto para que dirigieran al pueblo con respeto y sabiduría. Muchos sabios fueron a Egipto para recibir la iniciación —Ferécides, Pitágoras, Platón, Yeshua Ben Joseph…— y cuando regresaron a sus ciudades envolvieron esa sabiduría en un lenguaje popular para que la gente entendiera, pero siempre haciendo hincapié en que la virtud es fundamental en los gobernantes y ciudadanos.

La sabiduría egipcia ha sido y es una forma de vida y sus ecos resuenan en cada rincón del planeta a través de los susurros del aire, de la belleza de la naturaleza y de un corazón abierto. Esas voces de los sabios revolucionarios se siguen oyendo en la actualidad con mucha claridad y fuerza, voces que se alzan para decirnos que dejemos a un lado el conflicto para que la sabiduría pueda circular libremente por todos los horizontes.

Estos sabios siempre han hablado de la sabiduría de la naturaleza – si la observamos vemos que el universo se encuentra en el rocío de una rosa en primavera como en la escarcha de una hoja en invierno—; hablaban del orden del mundo —del equilibrio individual y social—; hablaban de filosofía y del origen de lo creado; hablaban de la importancia de saber que somos libres y dueños para realizar nuestro propio destino porque cada uno es el creador de su camino; hablaban de que los seres humanos debemos buscar nuestro bienestar mediante el respeto y el conocimiento. Pero lo más importante era hablar de la naturaleza del alma, esencia de vida. Ellos escuchaban la voz incitante de su destino, destino que cada uno había creado. Nada ha cambiado en nuestros días, seguimos generando nuestra propia senda con nuestras decisiones.

Estos seres han cambiado el mundo al abrir las puertas a otras realidades y lo han conseguido a través de su propia conexión a la conciencia, liberando su espíritu de la prisión de piedras y dogmas. Se enfrentaron al poder político y religioso de su época, volaron por encima de las ideas preconcebidas y estáticas y pagaron un alto precio.

Sus enseñanzas son rayos de luz que ni se compran ni se venden y siguen vigentes en nuestros días al traspasar las murallas levantadas por la ignorancia, el fanatismo, la crueldad. La tibieza no es tolerada, pues trae desconfianza, herramienta que cava surcos donde nace la maleza. Dependemos de nosotros mismos y no de un ego amenazado que nos induce a agarrarnos al miedo.

¿De qué sirve una vida si ignoramos el alma? El alma nos da alas para volar —esperanza para crear una vida mejor y valores para evolucionar—. No se puede delegar el poder del propio corazón en otras manos. La búsqueda de la sabiduría no es un acto de voluntad, el que busca no lo puede evitar porque es su destino, siempre va dando pasos, yendo hacia alguna parte sin llegar a ninguna. Esa búsqueda nos conduce a nuestra alma una vez rasgado los velos que nos impiden ver la luz que atraviesa las fisuras invisibles de las murallas de la ignorancia que no saben de libertad al no saber volar.

Ellos aprendieron del rumor de las hojas, de la belleza de los lagos y montañas, del vuelo de las aves, de la fuerza del rayo. Sus enseñanzas siguen viajando a través del aire y resuenan así: “ama a los demás como a ti mismo. Respeta tu vida y trátate con delicadeza. Busca en el interior tu riqueza y compártela con el exterior sin imponer nada. No hagas a los demás lo que no quieras que te hagan. Venera tu esencia cósmica como ser divino. Cada uno debe encontrar el camino hacia su propio poderío interior”.

Sus enseñanzas no son ideas o palabras huecas, son formas de vida.

Buda decía: “No creas nada, no importa donde lo has leído o quién lo dijo, no importa si lo he dicho yo, a no ser que esté de acuerdo con tu propia razón y sentido común”. Los intermediarios no son necesarios, solo el amor incondicional puede llegar a la esencia del Creador.

Nadie elude impunemente las citas que le depara su vida según las decisiones tomadas.

Foto privada

El milagro de la educación: saber, conocimiento y sabiduría

El milagro de la educación: saber, conocimiento y sabiduría

Buda decía: “El conflicto no es entre el bien y el mal, sino entre el conocimiento y la ignorancia”. Todo acto extraordinario actúa como un espejo en nosotros y cada persona ve su reflejo a través de sus propios ojos y límites; este reflejo puede provocar una toma de conciencia, lo que implica desaprender lo aprendido.

Desde el principio de la humanidad, muchas personas han observado la naturaleza, el universo y al propio ser humano para desentrañar los secretos de la existencia en el planeta y su lugar en el cosmos; estudiaron números, geometría, astronomía, filosofía, música, medicina…, todas las artes necesarias para lograr una mayor comprensión del mundo visible e invisible. Estos observadores y estudiosos se dieron cuenta de que todo estaba inscrito en la naturaleza y en el mundo invisible de los seres humanos, solo había que descifrar la simbología para que en un futuro la humanidad llegara a ser una gran humanidad.

Hace miles de años este conocimiento sagrado se impartía en círculos cerrados, pues se temía las repercusiones de la ignorancia. A medida que el tiempo transcurría y se profundizaba en dichas enseñanzas, dichos círculos se fueron abriendo con cautela para minimizar los daños de la maldad y de la infamia. Las enseñanzas profanas también siguieron su curso con prudencia, pues siempre hay devotos de la ignorancia que buscan encarcelar el pensamiento y el progreso.

En la antigüedad, la educación era un privilegio para algunos hombres y muy, muy pocas mujeres tuvieron acceso a ella. Sin embargo, hubo grandes mujeres que lucharon por la libertad de su autonomía para funcionar conforme a su naturaleza, aunque muchas pagaron un alto precio, su vida. Con el paso de los años, el deseo de aprender, de cambiar, de existir por sí misma, llevó a la mujer a una lucha por su libertad sin precedentes; con pesar, seguimos observando que en pleno siglo XXI, en algunos países, la mujer es ignorada y sigue viviendo de rodillas ante el patriarcado. Pero, no hay que olvidar que la mujer es guerrera y no está dispuesta a vivir en la pasividad ni en la servidumbre, camina a paso lento, pero es tenaz y resistente. Algún día veremos que tanto la mujer como el hombre serán libres para pensar, elegir y decidir la vida que su naturaleza les dicte.

La educación no solo es aprender a leer y a escribir o a tener conocimiento de una u otra materia, es, también, aprender a descubrir lo que somos mediante la lucidez y poder crear proyectos en beneficio de todos para que sus frutos abran la puerta al libre intercambio del saber, del conocimiento y de la sabiduría para que todos disfrutemos de ese maravilloso crecimiento personal y social; sabemos que el ser humano es un ser de transición y debe dejar su huella para que las futuras generaciones puedan vivir con respeto, libertad y dignidad, pues sabemos que la ignorancia, no es no saber leer ni escribir, es olvidar que somos seres humanos con alma; la ignorancia nos hace tener sentimientos envenenados, creando conflictos y haciendo mucho daño a nosotros mismos y a la humanidad. La historia nos habla de las consecuencias de la ignorancia —discordia, miseria y tiranía—, por eso la sabiduría la mantiene alejada.

El saber, el conocimiento y la sabiduría transforman la vida dándole un delicioso sabor de belleza, vitalidad y fuerza y muchas oportunidades a todo aquel/la que usa la experiencia de sus andanzas para dejar una llama en la vida de los demás. Como bien decía Gandhi: “cambiándose a sí mismo, podemos cambiar el mundo. La verdadera revolución es interior”. Para lograr la revolución interior es necesaria la sabiduría —energía del alma que nos ayuda a comprender lo que la mente nos esconde—.

El milagro de la educación es la experiencia más bella que un ser humano puede realizar al beber de la esencia del saber, del conocimiento y de la sabiduría. La educación es generativa de reflexiones, ideas, palabras para discernir lo correcto y lo incorrecto, siendo conscientes de que siempre hay consecuencias con nuestras decisiones. Saber es aprender, conocimiento es la acción de conocer y sabiduría es el saber del alma, juntos forman el milagro de la educación. Milagro es misterio y armonía, educación es transmisión de conocimiento que proporciona los útiles necesarios para sembrar en cada persona pensamientos y emociones de acuerdo a sus creencias y entorno. Cada uno decide qué hacer con su cosecha.

“Ausencia de dogmas para que la propia experiencia pueda surgir libremente y experimentar la grandeza del ser”, gritan las piedras del camino que esconden sus secretos a aquellos que viven de rodillas ante los dogmas y, en cambio, los desvelan a los que mantienen la dignidad y la fortaleza en la acción, al dar el primer paso hacia la transformación.

Como decía Yeshua ben Yosef: “Busca la esencia de la experiencia sin entrar en el debate intelectual”.

 

El médico del alma

El médico del alma

Séneca, decía: “No hay que esperar a que pase la tormenta, hay que aprender a bailar bajo la lluvia”.

Hay un mundo invisible que solo se ve con los ojos del alma, me repetía a mí mismo una y otra vez, pues sentía que soy algo más que un cuerpo físico. Me preguntaba ¿qué era esa fuerza que vibra en mí y hace que recorra escalofríos en mi espalda?

Quise saber si esa fuerza era el alma, pero ¿qué es el alma? Pregunta que ha bailado en mi mente desde mi juventud y ha sido el motor de mi investigación. Hace muchos años empecé una búsqueda sobre los misterios de la vida, empezando por mí mismo y por las diferentes enseñanzas que a través de la historia de la humanidad nos han dejado los buscadores de otras verdades que van más allá de las simples apariencias.

El alma es esa fuerza que subyace en todas partes y en todo lugar. Todo es, ha sido y será alma, conciencia superior. Sin embargo, es un concepto abstracto para una mente racional que solo cree en lo que ve, pero existen fuerzas poderosas y más reales que la vida misma, aunque solo lo sientan algunas personas por ser intuitivas y de mente abierta y corazón amante. Las verdades eternas provienen de la energía suprema y se reflejan en el espejo de nuestra alma. El alma es una energía que no está atrapada en el tiempo ni en el espacio, pertenece al infinito universo y cada uno de nosotros somos una parte de ella. A través de mis vivencias he experimentado que no se puede vivir sin serenidad, sin sabiduría, sin conciencia, sin alma, sin conocimiento, quien vive sin ellas se ahoga poco a poco en la angustia de la incertidumbre que produce el del miedo y la confusión. El alma es la fuerza vital que nos permite ser y existir en este planeta en fusión con el cuerpo físico.

Los seres humanos cuando no entendemos tenemos miedo, por eso estamos tan apegados a nuestro mundo material porque creemos que nos da seguridad y bienestar, aunque pocos viven una vida plena de serenidad y alegría. Hay que transformar nuestras sombras del miedo, de manipulación, de control en coraje, fuerza, serenidad   para sacar lo mejor de nosotros mismos y tener experiencias cotidianas alegres.

El ser humano, cuando vive en la inconsciencia, vive en la confusión y en la tristeza que provocan un atroz sufrimiento. Después de observar ese dolor que produce la ausencia de consciencia y sus consecuencias, supe que para evitar ese sufrimiento era necesario conectar con nuestro centro a través de la meditación; la mente tiene mucho poder y es engañosa, por eso nos envía pensamientos que galopan para alejarnos de nuestro corazón, pero con voluntad y esfuerzo llegamos a calmar esa mente pequeña a través de la respiración para llegar de nuevo a nuestro centro Los extremos siempre son fuerzas poderosas de manipulación, esclavitud y control. La mente sabe que nuestro deseo de comunicar con el alma es inquebrantable y cuando se lo dejamos claro, nos ayuda a concentrarnos para que el alma nos ofrezca sus mensajes de sanación y sabiduría.

Por eso decidí hacerme médico del alma para aliviar el dolor profundo que surge del alma herida y nos lleva al dolor del vacío y se le conoce como la noche oscura del alma.

Muchos me han preguntado: ¿Cómo puede herirse el alma?, el alma se hiere cuando vivimos una vida desequilibrada en los extremos, lo que produce dolor, ira y miedo, lo que genera pasividad y ausencia de nosotros mismos; también, cuando preferimos vivir muriendo o de rodillas a la vida antes de vivir una vida plena en conciencia. Cuando el cuerpo y el alma están divididos, solo existe sequía y sombra a nuestro alrededor, en cambio, cuando el cuerpo y el alma están unidos, solo existe belleza y armonía por todas partes, porque con la unión nace el amor y nuestra vida cobra sentido.

La mente impone contradicciones, pero la respiración las bloquea si estamos preparados y dispuestos a apagar el ruido del ego.  El hombre sabe poco de sí mismo y este es el gran problema al que nos enfrentamos en la vida. Una enseñanza muy antigua dice “para vivir en paz hay que conocerse a sí mismo”, sin esto, no podemos hacer frente a la vida, pues no sabemos cómo actuar ante un conflicto o problema; cuando sabemos quiénes somos estamos en disposición de encontrar soluciones a las dificultades, tenemos coraje para enfrentarnos a nosotros y a nuestros desafíos, siendo el más importante la transformación de la sombra en luz. El objetivo del médico del alma es ayudar a desvelar quiénes somos para que podamos cambiar de perspectiva y de actitud, si es necesario, cambiando nuestros pensamientos, cambiaremos nuestras palabras —las palabras elegidas son energías que crean y construyen nuestros deseos o que sabotean nuestros esfuerzos y nos debilitan—, dependiendo de nuestra elección así serán nuestros actos.

El alma tiene su propia memoria y sabiduría y nos enseña a convivir con lo estático y dinámico, es decir, en momentos de sosiego y de azoramiento; todo es lo mismo, solo depende de en qué forma lo enfoquemos. Hay que conferir valor y autenticidad a nuestra vida, siendo coherentes con nuestros pensamientos y decisiones para poder trascender la vida y llegar al Alma. Todos somos médicos del alma, solo necesitamos una intención pura y lanzarnos a explorar el universo de las verdades eternas que dicen “que el amor nos concede la libertad de ser, la sabiduría de crear y el respeto nos lleva al centro de nuestro universo donde nadie puede quitarnos nuestra paz”.

Hay un mundo invisible que solo se ve con los ojos del alma.

Kabir dijo: “la vida es un juego entre el alma de cada hombre y Dios”.

Einstein dijo: “Soy en verdad un viajero solitario y los ideales que han iluminado mi camino y han proporcionado una y otra vez nuevo valor para afrontar la vida, han sido la belleza, la bondad y la verdad”.

(Foto privada)

La vida es un viaje de observación

La vida es un viaje de observación

La rueda de la vida gira sin parar y cada uno de sus radios simboliza un camino, una encrucijada o un impasse en el que todos experimentamos diversas emociones por lo vivido a cada instante. Muchas veces no nos gusta nuestra realidad y huimos engañándonos con un futuro que nunca llegará, la vida que es más sabia que nuestro ego nos volverá a poner delante de ese escenario del que huimos, pues lo que se esconde y no se supera vuelve a aparecer cuando menos se espera.

La vida es un viaje de observación si queremos comprender por qué vivimos y cuál es el objetivo; para percibir necesitamos valor, coraje y entusiasmo para ahondar en nuestra psique e ir comprendiendo sin juzgar todas las situaciones por las que pasamos para ir avanzando. Nuestras experiencias también se presentan como un laberinto de trampas donde los engaños de la mente nos mantienen aletargados y prisioneros, siendo muy difícil salir de esa ilusión creada por miedos, ofensas, reacciones violentas que nos hieren el alma y enferman a la humanidad al igual que una célula enferma hace que el cuerpo entero sufra.

La vida pone a prueba a los seres humanos que habitamos el planeta —sin distinción de estatus social, raza o credo— para saber si hemos aprendido la lección o si hay que repetir el mismo escenario, dependiendo de nuestro comportamiento y decisiones nos adentraremos en senderos largos y llanos con alegres y desenfadados escenarios o en caminos abruptos y en profundas gargantas donde se oyen los ecos de los lamentos. Todos esos caminos forman parte de nuestras decisiones.

El objetivo de la observación es la paz interior, joya de las joyas que se encuentra en el templo del alma, donde la vida es próspera y fructífera para todos si hemos asumido la responsabilidad de que vivimos en dos mundos interior y exterior con una mente clara y un corazón compasivo. Para ello se requiere una conciencia en el presente, pues sin ser conscientes no podemos saber si existe un problema y, por lo tanto, no podremos buscar soluciones. Muchas veces huimos de la vida que es este instante, proyectándonos en un futuro inexistente, dejando para mañana el hoy: “cuando tenga tiempo haré, cuando sea mayor haré, cuando esto termine haré, cuando me ponga bien haré…” pero ese tiempo futuro nunca llegará si no vivimos el presente, lo que proyectamos para mañana pertenecerá al pasado sin haberlo vivido y nunca se hará; la vida es para vivirla ahora, poniendo nuestra conciencia en cada acción, pensamiento, palabra y emoción. Hemos dejado escapar muchas oportunidades, incluso hemos dejado nuestra vida pasar, la rueda de la vida jamás vuelve atrás, solo el ahora nos permite vivir a cada instante.

La vida es un viaje de observación interior y exterior. La vida es acaparadora y nos enredamos en sus redes ilusorias de ego y orgullo que crean unas situaciones que no existen; solo son batallas entre egos heridos que solo destruyen y crean discordia. Cuanto más sabemos sobre nosotros mismos, más fácil es desentrañar los misterios de la encrucijada de la vida, pues nos damos cuenta de que estando presentes en nuestra conciencia, todos los sentidos se agudizan y somos capaces de encontrar soluciones positivas.

Cuando nos observamos, comprendemos cómo funciona nuestra mente y estamos preparados —si lo deseamos— para saltar fuera de nuestra sombra, quebrando todos los parámetros mentales y emocionales porque dejamos de abonar esos conflictos internos que generamos sin parar. La observación nos permite ver esos fantasmas, esa parte oscura que todos tenemos y que se alimenta de nuestros miedos, para que desaparezcan con el hechizo del amor. Cuando hay un problema nos acordamos del ser superior para pedir ayuda, pero no queremos aceptar que la ayuda viene primero de nosotros mismos, las respuestas a todas las invocaciones están por todas partes, si sabemos observar nuestro mundo interior que refleja nuestra vida exterior y si observamos las señales evitaremos muchos males.

La vida es como una marea que sube y baja y cada momento es perfecto para hacer lo correcto. En cada situación debemos aprender a desaprender y a cambiar de actitud para no reaccionar e ir calmando los impulsos del ego. La verdad de la búsqueda se forma con la conciencia y la sinceridad, ambas nos ayudan a descubrir verdades más profundas si somos observadores de nosotros y de todo lo que nos rodea. Hay que romper los parámetros mentales para que la luz se filtre por esas fisuras abiertas provocadas por heridas ególatras que nos hacen frágiles y vulnerables. Estando en la observación vemos nuestra actitud frente a las situaciones de cada día y la podemos rectificar, en caso de que no sea la correcta. Cada día tenemos una oportunidad para crear nuestro destino y llegar al objetivo.

Además de ser cuerpo biológico, emocional y mental, somos energía, somos seres espirituales y todos los seres en el planeta tenemos por misión ayudar a los demás haciendo el bien, unos de una forma y otros de otra, pero todos debemos hacer algo por los demás. Si seguimos alimentando nuestros cuerpos con miedo e ira, crearemos violencia y mucho resentimiento a nuestro alrededor; en cambio, si nos alimentamos de alegría y serenidad, se creará un mandala de paz y prosperidad en torno a nosotros. Todo depende de nuestra elección. La vida es un misterioso hechizo de ilusión que no es y hay que descubrir ese encantamiento para ver la realidad.

La vida es un viaje de observación que desentraña ese misterio de nuestro infinito universo y poder, solo hay que prestar atención a las señales del camino y aunque haya penalidades y miserias, siempre hay que dejar un hueco para la esperanza.

El horizonte, sendero del alma

El horizonte, sendero del alma

El arcoíris es el puente entre el universo celeste y terrestre para que todos los seres humanos podamos transitar por él y descubrir los misterios entre ambos universos.

La energía creadora nos envía su reflejo a través del espejo de las aguas primigenias para que veamos la manifestación de su obra a través de la vida en el planeta. También nos dio el regalo del amor para labrar día a día los campos de la vida con serenidad y alegría, aunque muchas veces los hayamos sembrado de desdicha. El sendero del alma es armonía, amor, dulzura y solidaridad y nos enseña a amar la vida; si amamos la vida seremos solidarios con los demás porque nos amamos a nosotros mismos y a todas las emociones que de ese amor se manifiesten, también el amor nos enseña a luchar con lucidez y compasión contra todas las emociones contrarias a él porque crean una tela de araña de desamor, desgarramiento y autoengaño. El verdadero amor crea límites, pues no es amor lo que no se respeta ni lo que se intenta dominar.

Cada día se obra el milagro de la continuidad de la vida con el alba y el crepúsculo, momentos de transición que preceden al milagro de la luz, regalándonos sus bellos espectáculos, tanto al amanecer como al anochecer, para que nosotros podamos sentir la luz y la sombra, ambas necesarias y ambas nos enseñan a reflexionar y a tomar conciencia de nuestras acciones para prepararnos para la siguiente oportunidad.

Desde siempre los seres humanos han exclamado “¡qué maravilloso espectáculo!”, al ver cómo brillan los diamantes del manto de la diosa Nut que se mueven en una danza sagrada y tuvieron la certeza que la vida es movimiento. La vida es un fluir constante, la muerte un fluir interrumpido. Por la noche, los buscadores de misterios se sentaban para observar tal majestuosidad y oír en el silencio la sinfonía de las esferas, sintieron que había algo superior a lo humano, algo extraordinario y sagrado. Así, paso a paso, a través de los senderos del alma, algunas personas curiosas y observadoras quisieron saber el origen de sí mismas y del universo y empezaron a preguntarse: ¿Qué es el universo? ¿De dónde venimos? ¿Hacia dónde vamos? ¿Por qué vivimos? ¿Por qué morimos? ¿Quién soy y quién es Él? Preguntas que generaron miles de respuestas y otros miles de cuestiones en un círculo sin fin.

La curiosidad y la observación han sido los motores que han llevado a descubrir nuevos universos en nuestro interior; esos buscadores de lo inefable a los que ahora se les conoce como “sabios”, fueron muy valientes al adentrarse en el mundo de los fantasmas de la profundidad de la mente y descubrieron que la fuerza, la disciplina y la voluntad son las herramientas para bucear en esas aguas primigenias, en lo más profundo de nuestra conciencia donde reside la sabiduría, enseñanza que deja su huella con flores de mil colores y fragancias delicadas para que todo aquel que quiera transitar por el sendero de su alma lo reconozca y no se pierda. El sendero del alma es el reflejo del espejo entre dos universos paralelos, lo que está arriba está abajo, separados por el horizonte, punto de unión entre el alba y el crepúsculo, círculo sin fin.

Esa percepción de los universos paralelos elevó sus conciencias para comprender el sendero de la vida por el que cada uno camina al ritmo de sus pasos, caminos con muchas curvas que impiden ver lo que hay detrás de cada una de ellas a nivel físico, emocional y mental, pues todas tienen sus propias vivencias; esos “sabios” comprendieron que había que dirigir el timón de la mente para alimentar la propia reflexión y evitar que caigamos o tropecemos en alguna de esas curvas ciegas y así poder llegar a nuestro destino con equilibrio y armonía que son el conjunto de todo en la vida.

Esos “sabios” pudieron recordar gracias a su memoria celular formada por átomos de luz que todos portamos en el alma la sabiduría de la energía creadora y quisieron dejar constancia de ello para que la vida de las futuras generaciones fuera menos dolorosa y tuvieran acceso a la felicidad. Esa memoria celular está viva y palpita con cada latido de nuestro corazón, pues es esencia de vida y espera que despertemos de nuestra hibernación producida por la duda y el miedo para poder libremente, una vez más, preguntarnos de nuevo esas cuestiones que siguen bailando en el aire a través de los tiempos.

Para despertar de la hibernación es necesaria la primavera, donde los colores, aromas, los rayos del sol y las noches claras y hermosas nos invitan a reflexionar “para vivir solo necesitamos estar vivos y amar la vida con respeto y honorabilidad”. La primavera, símbolo de renacimiento, donde la rosa del corazón se abre para dejar fluir sus aromas de alegría, paz y compasión y alejar a los espectros del miedo, temor, penas y tristezas que nacen en las aguas profundas de la mente y nos mantienen aletargados.

El sendero del alma es amor que genera dulzura, equilibrio y armonía para vivir la vida, es la línea que nos guía a través de nuestras vivencias que no solo se componen de familia, amigos, trabajo, ocio, estudio…, sino de nosotros mismos; somos la clave de nuestra existencia, la clave de nuestra vida. Nuestro sendero tiene varios tramos, tramos buenos y malos y los recorremos a través de diversos periodos de nuestra vida. Pero siempre hay “algo” interior, un pensamiento, un escalofrío, una emoción, una intuición que nos hace reflexionar para luchar y nos motiva para salir de la rutina del no vivir; para dejar atrás todo lo que no somos, pues siempre hay una persona o circunstancia, incluso nosotros mismos, que nos impide ser la persona que realmente somos y eso es lo que el sendero del alma no permite, solo puede caminar la persona que es y que vive por ella misma a través del respeto, solidaridad y agradecimiento, pues esa búsqueda requiere sinceridad y perseverancia; quien camina con miedo, odio, temor, ira, resentimiento seguirá el camino de obstáculos que él o ella ha trazado. El alma se compone de átomos de luz y contiene la sabiduría para guiarnos a través de su sendero y decirnos que la luz siempre está ahí si nosotros queremos verla y la aceptamos en nuestra vida. Siempre se cuela por la menor rendija y rompe cadenas para liberarnos a la vida.

El sendero del alma es el espejo de la energía creadora cuyo reflejo es la manifestación de su obra y donde los buscadores curiosos y observadores han sabido encontrar respuestas. Han sabido que estar aquí es saborear el néctar del éter, pues somos micro universos en estos universos paralelos.